¿Quién puede decir que nunca cae en la tentación de echar las culpas al otro? “Te lo advertí, ahora te aguantas”. “Fuiste tú, yo no tengo nada que ver en eso”. “Siempre haces lo que quieres y así nos va”. “Te dije que no serviría, pero te empeñaste… “
Por lo general todos tratamos de zafarnos de las responsabilidades echando la culpa al otro. En cualquier ámbito, ya sea familiar, laboral o entre amigos, siempre tratamos de salir indemnes de los errores, cuando en realidad solemos esconder en el tapadillo de nuestra recámara alguna debilidad, ya sea en espera de una coartada, por falta de criterio, por comodidad o aguardando la ocasión de tumbar al otro y suplantarle.
La culpa del otro suele salirnos como un escupitajo, con un fuerte impulso lleno de podredumbre inmisericorde; nos descargamos de nuestra ponzoña tratando de zaherir al otro cuando las cosas no han salido bien, pero silenciamos sus aciertos. Lo que nos interesa no es el balance fiel de la gestión ajena, sino descubrirle sus errores para humillarle; las muchas veces que el otro acierta no la tenemos en cuenta, ni siquiera cuando nos habíamos opuesto: con silenciarlas todo pasa inadvertido. Lo que refresca nuestra memoria son sus errores; mientras que sus aciertos los mandamos de inmediato a la papelera del olvido.
Tendríamos que mirarnos de forma más crítica y contemplar al otro de manera más benevolente, pero llevamos dentro un semidiós llamado ego, con ínfulas de todopoderoso, que nos empuja a destrozar al prójimo en cada oportunidad. Dijo Jesús: “amaos los unos a los otros”; algunos conseguimos respetar los bienes ajenos, pero ¡qué complicado es amar!
Hay que ver que poco dados somos a reconocer nuestros errores. Es algo que nos tendrían que enseñar desde la cuna. Nos tendrían que repetir una y otra vez que no somos perfectos, que cometemos errores y que es muy humano y de sabios reconocerlos.Tal vez sería la única manera de crecer emocionalmente y hacerlo correctamente.
ResponderEliminarUn fuerte y calido abrazo
Lo que has escrito es aplicable a todos los niveles pero sobre todo en el mundo de la política. Ahí si que nadie reconoce errores y menos aún rectifica.
ResponderEliminarVer la paja en el ojo ajeno...
ResponderEliminarPorque así somos de complicados...
Un abrazo cordial.