Entre la historia y la leyenda, se cuenta que la sevillana torre de Don Fadrique, dentro del entorno del convento de Santa Clara, en el barrio de San Lorenzo, debe su nombre al hijo de Fernando III el Santo y Beatriz de Suabia, don Fadrique, infante de Castilla, (1224-1277), hermano de Alfonso X el Sabio. El rey Fernando enviudó, ya viejo y enfermo, y contrajo segundas nupcias con la hermosa y joven doña Juana de Pointhieu, perteneciente a la familia real francesa. Al parecer, la jovencísima esposa no era atendida en el tálamo por razones obvias de las circunstancias físicas del monarca, pero se dice que encontró rápido y eficaz consuelo en los fornidos brazos del infante don Fadrique, su hijastro, que contaba más o menos con su misma edad.
En el reparto de bienes tras la conquista de Sevilla, a don Fadrique le correspondió un solar al oeste de la ciudad muy cerca del Guadalquivir, donde manda levantar una torre defensiva a la que seguiría un palacio que nunca llegó a materializarse. Parece que usaba la torre como lugar de cetrería, pero también se cuenta que allí se producían los encuentros amorosos con su madrasta y que tales encuentros le llevaron a la pena capital y a ella al destierro.
Lo cierto es que el palacio nunca llegó a levantarse y quedó una torre aislada de tres pisos, rematada con una cornisa almenada: el primero es de sillares y los otros dos de ladrillos, y mirando a los cuatro vientos, cuatro ventanas ojivales desde las que daría suelta a las aves cetreras. En 1289, Sancho IV hace donación de aquellos terrenos a las monjas clarisas y están levantan, respetando la torre, un convento que ha sido clausurado en 1992, tras siete siglos de actividad monacal, por su estado ruinoso. Actualmente está siendo restaurado por el Ayuntamiento hispalense, para uso museísticos, pero ya sabemos que las obras de palacio van despacio.
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