31 agosto 2010

ENCUENTRO EN EL AGUA

Después de la rentrée, la normalidad. Suelo ir tres días por semana a la piscina por prescripción facultativa. Al despertar me apetecía seguir remoloneando, pero la disciplina es la forja idónea contra las tentaciones. ¡Arriba! Traté de justificarme conmigo mismo dejarlo para el día primero de mes, pero no fui capaz de convencerme; la bolsa estaba pertrecha de todos lo necesario y cargué con ella. A la llegada fui recibido con vítores y bromas: “¡Menudas vacaciones!” Es una de las pequeñas licencias de la edad.

En los ejercicios previos, mis músculos y articulaciones se acordaban de las vacaciones y chirriaban con llagadas voces de protesta. Me he esforzado más que nunca, aunque las agujetas y el cansancio están llamando a mi puerta. El agua deliciosamente tibia, cristalina y mansa. “¡Calle tres!” Descendí con pulcritud y esmero por los peldaños de acero y me sumergí bajo el agua hasta la calle señalada. “¡Diez largos!” ¿No son ocho? “¡Diez largos!” Los dos primeros me resultaron interminables,  las brazadas agotadoras y las piernas como de plomo; tuve intención de rendirme, pero reflexioné y me di cuenta de que trabajaba por y para mí. ¡Adelante! -me dije-, y continué yendo y viniendo de extremo a extremo como soldado que marcha con marcialidad por el puesto de guardia. “¡Ahora seis a espalda doble!” No rechistes  -me dije-, esta chica con cara de ángel parece haberse tragado un demonio. Si llegué a contar bien tantas vueltas, debí hacer 850 m. ¡Ay de mí!

La báscula me habla de sobrepeso, la cinturilla del pantalón de estrecheces, mi mujer me sirve la comida en plato de postre, mi amigo Antonio me aguarda con una cervecita y vuelta a las andadas, pero en el agua me siento liviano como una libélula. Durante julio y agosto me he zambullido casi a diario en el Mediterráneo, pero el verdadero encuentro físico con el agua se produce en la piscina y con una monitora que desde arriba ordena con voz de sargento de hierro.

5 comentarios:

  1. No dejes nunca de ir a la piscina. A mi la natación me gusta con locura. Dicen que es un deporte aburrido, a mi no me lo parece. Antes de que mi marido sufriera el infarto, iba todos los dias a la piscina, sola, a nadar simplemente.
    Luego lo dejé, me daba miedo ir a la piscina y dejar a mi marido solo. Tal vez sea un eror, pero de momento, no tengo valor para volver a empezar.

    Buenas brazadas acuáticas y la mia, como siempre, fuerte y cálida.

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  2. Suerte tenéis de que os guste nadar, a mí solamente remojarme. Me gusta caminar y andar en bicicleta pero últimamente estoy de un vago subido. Tengo que proponérmelo una vez más.

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  3. Hola Francisco, yo también soy de los de caminar, y para no cogerme una "pájara" como el amigo Felipe, tengo una perrita que me obliga a salir todos los días entre hora y media y dos horas. No sabes como se lo agradezco, por eso cuando me preguntan si voy a pasear a la perra, contesto... ¡no! ¡es ella la que me saca a pasear a mí! Un abrazo Tocayo.

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  4. A mi me gusta mucho nadar, pero en el mar.
    Lo malo es que Madrid todavía no tiene mar.
    Pero me estoy planteando este invierno hacer algo de aguagym.

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