17 agosto 2010

VIVIR EN EL FUTURO

Somos dados a sufrir en el presente por los padecimientos que todavía no sucedieron y que probablemente jamás lleguen a suceder. Mientras los nostálgicos viven hoy pensando en el ayer, a los catastrofistas les sucede que tampoco bien el presente, instalados en un futuro siempre calamitoso.

Era noche cerrada cuando aquel hombre avanzaba con su auto por una carretera secundaria bastante desierta; el cielo estaba tan cubierto que ni siquiera dejaba asomarse los mundos celestes sobre la bóveda del cielo. La radio no conseguía buena sintonía y decidió meter un CD de su predilección. De repente un estruendo y el desgobierno inmediato del volante hasta que logró hacerse con el control del vehículo y detenerlo: la rueda trasera derecha había reventado y la de repuesto le había sido sustraída en algún momento del que nunca tuvo noción. Después de maldecir una y otra vez decidió usar el móvil, pero no había cobertura. ¡Maldita sea! Entre los insulto vio a lo lejos  una luz mortecina de una vivienda no demasiado lejana y hacia allá se dirigió en busca de auxilio.

Mientras caminaba, con la esperanza y la certeza de que tendrían teléfono en aquel lugar tan inhóspito, supuso que se aprovecharían tratando de sacarle beneficio a su desgracia. ¡Estos son capaces de cobrarme cinco euros por llamar a la grúa! Y mientras caminaba seguía con sus cavilaciones. ¡Qué digo cinco, seguro que me piden diez euros por llamar a asistencia en carretera! La calzada hacía un poco de repecho y una curva a la izquierda, pero seguía viendo la luz eléctrica de la casa, ahora con mayor nitidez. ¡Capaces son de cobrarme veinte euros por llamar a la compañía de seguros! ¡Cómo pueden abusar de esta forma de mi indefensión! Ya se acercaba a la casa cuando pensó que serían unos usureros y le pedirían cincuenta o cien euros por hacer la llamada. Cuando estuvo a la puerta oyó música en su interior sin poder concretar si se trataría de un aparato de radio o del televisor. Llamó con contundencia y a poco se interrumpió la música. ¡Qué digo cien, son capaces de pedirme quinientos euros por una simple llamada! Cuando abrió la puerta el anciano y antes de que éste le saludara, le espetó el viajero: ¡Váyase al diablo usted y su teléfono!

3 comentarios:

  1. Hola Francisco:

    Es verdad. Generalmente nos anticipamos a los probables problemas con aprensiones excesivas.

    Saludos australes.

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  2. Que risa!!!. tu relato es muy gracioso.

    Esto pasa ha menudo, nos antisipamos a la respuesta que nos puedan dar y esta no es manera de ir por la vida. Debemos confiar mas en la generosidad de las personas.

    Me he reido de lo lindo. Gracias por tu visita y comentario en el blog de Josefa.

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  3. Hay otro tipo de pesimista que es un poco más "ventajista", es decir juega con varias barajas.
    Yo tenía una tía muy querida que cuando yo, con 10-12 años, iba solo a mi colegio (a unos 200 ms. de mi casa) me decía: "ten mucho cuidado que te puede pasar algo, como caerte una maceta de un balcón etc.." cuando yo volvía sano y salvo y sin macetazo le decía: mira, tía maría, no me ha pasado nada y ella me respondía: "claro, mis oraciones y el Corazón de Jesús te han protegido".

    con todo mi respeto a mi tía y al cielo...

    un saludo

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