11 agosto 2010

ROCHILES

Cuando llegas al campo y el labriego suelta la azada, se olvida de las malas hierbas y te ofrece su compañía sudorosa y el abandono de sus muchas tareas, es señal de la calidez de su acogida. Caía la tarde cuando llegamos a Rochiles, el sol ya no azotaba el porche de la vivienda sino que se había ocultado detrás de la Cañada de los Columpios. Mi primo Juan no quiso darnos los besos y abrazos de costumbre porque llegó sudoroso, pero sí nos obsequió con el sudor de su esfuerzo: pimientos, berenjenas, higos, aguacates, lechugas… “este año los tomates no sé qué pasa con ellos que están muy retrasados, tampoco hay higos chumbos”. Habíamos llegado en busca del encuentro, pero es difícil llegar allí y no volver a casa y comprobar la pequeñez de nuestro frigorífico.

Como siempre que se produce, revivimos el anecdotario familiar, el coraje y tesón de la abuela, las vivencias de la niñez y la vuelta al pasado con la ayuda de tres cajas atiborradas de fotografías en blanco y negro. Fue muy emotivo el encuentro con los seres queridos que ya no están, y divertido contemplar el paso del tiempo y sus estragos por aquellos otros que permanecemos. Risas, emociones, cerveza fría y limonada, hilvanando anécdotas con recuerdos que vienen a reafirmar quienes somos, aunque no sepamos muy bien adónde vamos. De repente la noche y el silencio sepulcral del campo, las chicharras dormidas y el leve murmullo de la brisa entre las hojas de los árboles. Huele la dama de noche y las salamanquesas comienzan su festín junto a los apliques de luz del porche, mientras nosotros seguimos hablando sin parar y dando cuenta de la cena.

Fueron unas horas siempre soñadas en las que para ellos todo había quedado aplazado, salvo agasajarnos y conversar largamente, unas horas con las que uno nutre las añoranzas de la distancia, desde el mismo instante en el que damos por finalizadas las vacaciones. Con demasiada frecuencia nos empeñamos en vivir solos, pero lo cierto es que somos seres de encuentro, de convivencia, y nos necesitamos unos a otros para seguir existiendo. Gracias, María Isabel, por tu sonrisa franca y tu hospitalidad.

1 comentario:

  1. Efectivamente tiene razón tu primo Juan, este año no sé qué pasa con los tomates. Acabo de comerme los primeros de mi huerto cuando otros años 20 días antes ya cogíamos bastantes.

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