05 agosto 2010

LA CASA DE LOS CASCOQUES

Antonio se admiraba y no comprendía por qué tantas personas se interesaban por conocer su casa. Tenía conciencia de que era una casa singular, distinta de las del resto de su pueblo, todas ellas enjalbegadas de blanco. La suya era muy peculiar y diferente a todas, especialmente por la policromía de su fachada.

Su origen humilde y sus trabajos, siempre temporales, no le habían permitido acceder como el resto de sus vecinos a una vivienda normalizada. Había heredado de sus padres un viejo aprisco en lo más alto del pueblo, donde con unos palos, una lona y algo de brezo y juncos se hizo una cabaña donde vivía muy modestamente del fruto de sus manos. Más tarde, cuando su novia rechazó casarse para vivir en una choza, Antonio comenzó con ahínco a levantar unos muros de piedra en los días de paro y en cada uno de sus ratos libres. Aún no se hablaba en el pueblo de reciclaje, pero sus escasos medios no le permitían acceder a la tienda de materiales de construcción, sino más bien a las escombreras, y de allí sacaba cuanto le parecía aprovechable. Anchos muros de piedra y encaramada en lo más alto del pueblo, su peculiaridad más destacada era que estaba revestida con trozos de azulejos de los más variados colores, como si de un mosaico se tratara. Antonio le había puesto a la casa todo su esfuerzo y el muchísimo tiempo que no dedicó al descanso, lo que le había permitido crear su propia familia y vivir felizmente en paz.

Ya jubilado, y con ocasión del aniversario de boda, sus hijos le obsequiaron con un viaje a Barcelona. Cuando paseó por el Parque Güell, La Pedrera y otros edificios de Gaudí, se sintió más o menos identificado y comprendió cómo la casa que él había construido a base de piedras y cascotes se había convertido en el más grande atractivo de su pueblo.

1 comentario:

  1. No creas que me he olvidado de ti. He estado unos dias fuera y ese ha sido el motivo de no pasarme por aqui y disfrutar de las lecturas de tus posts.

    Sobre la historia de la casa de Antonio, siempre pensamos que lo que hacemos nosotros no tiene ningun valor. Pero no es así. Llega un momento en que rompemos con los limites que nos hemos impuesto y vemos las cosas bajo otro prisma y con otro color, y todo es diferente a partir de entonces.

    Un fuerte y calido abrazo

    ResponderEliminar