Hace algún tiempo, el lema de la campaña de previsión de salud visual, auspiciada por los colegios oftálmicos, decía: ¡Dos ojos para toda una vida! Desconozco la repercusión económica que dicha campaña reportara, pero fue ostensible la mayor atención que el público en general prestó desde entonces al cuidado de la vista.
Con frecuencia se nos olvida que a diferencias de los coches, los electrodomésticos y tanto mecanismos como utilizamos en la vida diaria, las personas no disponemos de pizas de recambio ni almacén alguno en el que se nos dispensen los órganos que dejaron de funcionar. Por tanto, me parece oportuno recordar, y recordarme, que el lema que fue y sigue siendo válido para los ojos es extrapolable al resto de la anatomía. Algunos órganos, como el de la vista o los riñones, los tenemos por duplicado, por lo que el fallo de uno, aun siendo grave, no es el fin; pero ¿qué ocurre con otros más exclusivos como el corazón o el hígado?
Hay muchas personas que viven obsesionadas por la salud física, lo que suele tener consecuencias psicológicas nada agradable; personas que se obstinan y persiguen una talla imposible o esquelética, rayana a lo enfermizo, y otras que no hacen nada por mantenerse dentro de un peso que su esqueleto pueda seguir cargando. Hay personas que pasan olímpicamente el listón de los factores de riesgo, que condimentan y salan a discreción, que trasiegan alcoholes como si sus cuerpos fueran alambiques o damajuanas, y otras que desconocen el buqué de una copa de buen vino.
Para todas las cosas existe un punto de equilibrio, un fiel de la balanza en el que tradicionalmente se dice que está la virtud. Entre la obsesión y el abandono, entre pasarse y no llegar, entre la gula y el ayuno, está ese punto de encuentro en el que aparece la vida placentera y plena de salud.
Es cierto Francisco "in medio virtus", pero los que somos de buen yantar, a estas alturas lo tenemos j..... Saludos
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