07 agosto 2010

DESCENSO DEL RÍO SELLA

Me enamoré del río Sella antes de conocerlo. Fue un amor por correspondencia que nunca fue correspondido. Hablo de los tiempos del NODO, cuyas imágenes sembraron en mí las ganas no satisfechas de descender el Sella en piragua desde Arriondas hasta Ribadesella, esos 20 kilómetros de naturaleza, fiesta y aventura con el que nuca dejé de soñar.

Jamás he subido a una piragua y mi escasa experiencia como remero se limita a algunas tardes de recreo y chapuzones en el Mediterráneo marbellí, mucho antes de que el paso del tiempo hubiera hecho estragos en mi físico. Por eso mi añoranza, cada mes de agosto, no es tanto por la competición deportiva internacional -para la que nunca estuve preparado-, luchando contra el crono, las adversidades, los rápidos, los pedreros, los meandros y las pozas, ni tratando de superar a los otros competidores, sino revivir en protagonista el viejo sueño e integrarme en el paisaje y paisanaje entre cánticos, brindis de sidrina, entre el silencio con rumor de aguas y el bullicio festivo.

Como suele sucederme con otras actividades deportivas, me sueño como el laureado héroe desde aquellas añejas imágenes en blanco y negro que precedieron a la televisión y que mostraban casi siempre un mundo idílico e inalcanzable.

2 comentarios:

  1. Hace ya algunos años estuve de vacaciones en Llanes y me desplacé a Ribadesella y vi llegar las piraguas del descenso. Fue un espectáculo que me dejó huella. Además fuimos de los 200 afortunados que pudimos ver las cuevas de Tito Bustillo. Inolvidable. Saludos.

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  2. Yo también fui testigo hace muchos años, tantos como 8, de la llegada de las piraguas a Ribadesella. Me gustó mucho la experiencia, es de esas cosas,que como dice Felipe, deja huella.

    Un fuerte y cálido abrazo

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