¡Ay!, cuántos y cuán
dolorosos
han sido nuestros pesares.
Los tuyos, los míos, los
nuestros…
Y en el camino de espinos,
los gozos, como luz de otros
instantes
que cauterizan las heridas
y abren ante la mirada
un campo de lavanda
como infinitas olas de
azules lilas
que se varan al amparo de tu
pecho.
En ti, vivaz la esperanza a
todo trance
y enseguida la mueca de tu
sonrisa
invitando al festín
donde se agolpan los besos
mientras amaina el temporal.
En ti, una y otra vez,
recomenzar
tejiendo con hilo de confiada
espera
y haciendo del olvido
la goma eficaz contra cada
uno
de los borrones y tachaduras.
De tu iluminado volver a
empezar,
de tu profundo deseo
de allanar los caminos,
de hacer posible lo
maravilloso,
este vivir asido a tu
cintura
como mamparo de firmeza.
Siempre necesitamos un asidero.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Nuestras certezas se reafirman cuando no estamos al pairo, amigo Cayetano.
EliminarUn abrazo.
Cuando la vida nos sorprende con pesares dolorosos es bueno tener a alguien que nos ayude a superarlo.Saludos
ResponderEliminarSin lugar a dudas, tanto lo bueno como lo no tan bueno se lleva mejor compartiéndolo.
EliminarUn abrazo.
Es un placer pasar por su blog Saludos
ResponderEliminarEl placer es mío, José Ramón. Vuelve siempre que quieras y ojalá no te decepcione.
EliminarUn abrazo.
Amor con esencia de espliego.....dulce Lavanda.........sois un amor los dos....un bello ejemplo.!!!! besos...muchos...ya sabes...
ResponderEliminarGracias, mil gracias un día más.
EliminarBesos abrazados.