14 noviembre 2010

LA HERENCIA

Se hicieron amigos por el tabaco. Le venía observando desde lejos, desde antiguo, y le asociaba a un viejo y desconocido ritual del que nunca supo encontrar la verdadera razón de ser. En las tardes de estío, cuando el común de los mortales se oculta tras las cortinas de su alcoba, Ambrosio se estiraba a la sombra de un plátano del parque. El guarda, con su sombrero verde y su correa única de cuero cruzada en bandolera por el pecho, no lo perdía de vista entre cabezada y cabezada bajo un improvisado chamizo. A media tarde, cuando el parque se convertía en un gentío, Ambrosio se hacía invisible a los ojos de Eustasio.

Una noche, cuando el guarda hacía la última ronda antes de plegar, sorprendió al muchacho escondido en las dependencias donde los jardineros guardan los aperos. Quiso correr, pero Eustasio le tapó la salida y tuvo que rendirse dócilmente. Cuando Ambrosio temía recibir algún palo del guarda o que le condujera al arresto municipal, éste le tendió la mano con uno de los cigarrillos de su petaca; al principio tosió mucho y hasta se restregó los ojos por el humo, pero terminó complacido porque compartía algo con la persona que hasta entonces creía más esquiva. Le contó que se había quedado solo, que su padre también fumó hasta sus últimos días, pero que nunca le había ofrecido un cigarrillo.


Los encuentros diarios se envolvían en una nube de humo. Una semana más tarde, Eustasio lo presentó al jardinero mayor como sobrino suyo y éste lo aceptó como aprendiz. Ambrosio no cabía de gozo, sobre todo cuando poco después pudo ser él quien le ofreciera tabaco al guarda. Cambiaron muchas confidencias, casi todas amargas, y el paralelismo de sus vidas les hizo afianzar aún más la amistad. Eustasio tosía cada vez más y el joven recordaba en el guarda a su padre antes de que lo ingresaran en el hospital. Una mañana escuchó en la radio el alto índice de muertes por cáncer de pulmón, casi todas ellas achacables al tabaco; entonces se le escapó una lágrima anticipada por su amigo Eustasio y tuvo certeza de que él seguiría inequívocamente el mismo camino: la única herencia recibida, ahora por partida doble.

7 comentarios:

  1. Cualquier tema que toques lo llenas de belleza, pero aquí añadiría la pregunta de Trina
    y si es malo... ¿por qué lo venden?

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  2. Y si lo extendemos a las otras drogas que nos rodean, ¿por qué se venden? Por las ganancias, dinero, pasta fresca. Y luego investigaciones, cursos y campañas para concienciarnos. ¿Es algo como un bucle económico que nos mata? ¿Cómo podemos llamar a la contradicción manifiesta?

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  3. Estoy de acuerdo en lo malo que es el tabaco, pero no todo es malo, también proporciona momentos inolvidables, en este caso, como la amistad que se creó entre Eustasio y Ambrosio. Lo que importa no es lo que te pase en la vida, si no como te enfrentes a lo que te sucede.

    Un fuerte y calido abrazo

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  4. Es un solaz entrar en esta tu página y encontrar el eco de los clásicos españoles en tu voz poética y profunda. Gracias por compartir tus textos en este medio tan accesible. Desde lejos, María Rosa

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  5. En fin dichoso tabaco. De acuerdo que puede producir cáncer (y otras cosas también) pero hace mucha compañia cuando uno esta solo o fumar en compañia después de una buena comida, haciedo esa maravillosa sobremesa no tiene parangón.
    Soy exfumadora (hace más de 20 años cuando no era delito aún fumar) y desde luego no entiendo la persecución al fumador como si fuera un asesino en serie, con la de delitos que hay. El estado no solo se lucra del tabaco encima quiere ahorrar en camas.
    ¡Que no vendan tabaco! Sería mucho más honrado.
    Me ha gustado la delicadeza con la que has tratado el tema.
    Un abrazo

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  6. Yo también soy exfumador desde hace más de 25 años y no entiendo esa persecución al fumador. Bien está que se abstengan de fumar en presencia de no fumadores pero ¿por qué no ha de poder haber clubs o bares exclusivos de fumadores? Ahí no molestarían a nadie y podrían hartarse de humo. No soy partidario de prohibiciones. El que quiera fumar que fume, sin molestar, pero que fume.
    Parece ser que dentro de poco tiempo no podrán darse el tipo amistades descritas en tu entrada. Un saludo

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  7. Qué difícil es que en España se acepte una ley civilizada, ya en vigor sin problemas en más medio mundo, no solo en la UE sino también países como Méjico, Argentina Turquía, Perú, Corea, India, Bangladesh… Y eso que no se pretende legislar como en New York o en California, donde no se puede fumar en la calle ni en los parques ni estadios deportivos al aire libre, ni en las playas… Y aquí venga a darle vueltas y revueltas e intentar pactos y consensos, en lugar de proteger de verdad al fumador pasivo.
    Quizás se debiera inventar que los fumadores se tragaran su humo y no lo distribuyeran entre los que no quieren fumar.
    En cualquier caso, si lo venden que lo hagan a quienes lo quieran para utilizarlo legalmente, es decir respetando la ley cuando llegue

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