Como Odiseo, con las velas de la esperanza desplegadas hacia el triunfo de comer cada día, de beber agua potable, de abrir un grifo y que ésta surta, con la intención de presentar cada mañana una sonrisa nueva de agradecimiento al Dios de la vida, Ibrahima, bajo la parda boca de la noche y con los rudimentos de la desnudez por equipaje, se hizo a la mar en busca de fortuna; llevaba hasta ahora una vida cosida con hilos de supervivencia y había dejado tras de sí sus raíces, a los suyos, y todo cuanto le vinculaba a su lejana tierra africana.
Noches heladoras de desierto; días tórridos bajo una sombra improvisada y vida al límite resguardándose de salteadores y alimañas. Por fin, el Atlas. Las fronteras de los países pobres son menos agrestes, por eso reconoció que estaba al límite, al ver la enorme alambrada que le separaba de la posibilidad de ocupar una plaza en la primera patera posible. El desierto se había tragado a varios, pero Ibrahima sabía que el futuro se encontraba mirando hacia adelante, sin volver la cara. Cierta noche, tras despojarse de cuanto tenía de valor, ocupó una de las cuarenta plazas de aquella frágil barca con la que comenzaron a surcar las aguas del Estrecho. Soplaba de Alborán y la corriente del Atlántico era un muro fluctuante de varios metros de altura. Con las primeras luces del día había arribado a la costa sobre una tabla del naufragio y lloraba su alegría y la pena de haber perdido a dos de sus hermanos y varios parientes en la travesía. A escasos metros ponía pies en fuga el patrón, el único que iba pertrechado de salvavidas
Estaba aterido de frío cuando lo encontré en la estación de autobuses. Le sugerí por señas si le apetecía un café y su precariedad se ocupó de hacer la traducción simultánea. En eso llegaba la policía pidiendo selectivamente los pasaportes; le eché el brazo por los hombros y tomamos un taxis alejándonos de la estación a toda prisa. Ahora suelo verle con relativa frecuencia, vendiendo pañuelos de papel en un semáforo, y me dibuja su sonrisa de marfil sobre ébano.
Tiene que ser muy difícil "mirar el futuro hacia adelante" en estas circunstancias, además siempre estará presente el recuerdo de los hermanos y compañeros de huida muertos.
ResponderEliminarEsa sonrisa que te muestra está dando las gracias porque fuiste tú el que apareció en ese momento.
Un abrazo
Fuiste su angel de la guarda.
ResponderEliminarUn fuerte y calido abrazo
Es difícil para ellos, para nosotros, para todos. Cada supermercado tiene su IBRAHIMA particular, esperando comer todos los dias. "Buenos días señora" "Gracias señora" con estas dos palabras te bren la mano y te ddedican la mejor de sus sonrisas en agradeciemiento por la moneda o monedas depositadas.
ResponderEliminarUn abrazo y buen finde
Tierna tu historia como tu corazón Francisco
¿Cuál será en definitiva su futuro?
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