Llegado el otoño, toma protagonismo la mesa camilla; echarse sobre las piernas la falda es una sensación de alivio y recogimiento absolutamente insuperable. En la actualidad son muchos los medios con los que sacudirnos del frío: calefacción central, bomba de calor, radiadores de aceite, la catalítica de butano, calor negro, suelos radiante… pero en el brasero pervive para siempre la abuela, a pesar de que ya no es el picón o cisco, sino una resistencia eléctrica la fuente de calor.
En la ventana golpetea la lluvia, monótona y fría, con repiqueteos de intensidades cambiantes entre el chaparrón y la tromba; en el patio, las hojas pardas amenazaban con obstruir el husillo y anegarlo todo, de ahí mis pies encharcados que ahora se recuperan bajo la camilla. Sobre el tapete, bajo un cristal que lo protege, el paño de croché que tejiera la abuela ensartando una rosa a otra rosa en una eternidad que no sabe de tiempos sino de constancia. En el televisor se desgranan noticias que siempre hablan de adversidades y amenazas, por eso la apago y me dejo llevar por la corriente que me une al pretérito, donde parece audible la voz de mi abuela, sus manos amorosas, su pelo de nácar, su delantal y su sonrisa franca y protectora.
Llegado el otoño; mientras el Adviento nos habla de esperanza, se revive el pasado cuando en la mesa camilla se comparten unas rosquillas y un anisado con en que no engolliparse de dulces e irrenunciables recuerdos.
A veces lo que se busca es calor en el corazón y eso es lo que se encuentra con los recuerdos, sin duda. Beso.
ResponderEliminarYo no tuve oportunidad de mesas camillas porque mi infancia y juventud transcurrieron el Caribe. Y solo tengo un mal recuerdo cuando mi hija con dos añitos puso la mano en el brasero que había debajo en casa de sus abuelos:)
ResponderEliminarPero no desmerecen mis recuerdos tu post. Me encanta como escribes:)
Un beso y feliz semana
En casa, mi madre ponía un poco de alucema para perfumar el ambiente.
ResponderEliminarRecuerdo las castañas asadas en una lata con agujeros en el fondo.
Ahora el braserito es eléctrico pero, como bien dices, arroparse con la ropa de la mesa después de comer y con un Machaquito (es el anis que tomamos en casa)es uno de los mayores placeres del día.
Un beso
Aquí la mesa camilla y el brasero prácticamente han desaparecido, solo queda en el recuerdo de los que ya somos mayores. Sin embargo hace poco estuve en Badajoz y aún pervive el brasero. Este que yo vi, debajo de la faldas de la mesa, era de gas butano, cosa que me extrañó porque yo nunca lo había visto de gas. Han desaparecido los hogares, las cocinas económicas y hasta las de gas butano. Priman las cocinas eléctricas, vitrocerámicas e inducción. Hasta el anís ha dejado de beberse. Todo cambia.
ResponderEliminar¡Si nuestros abuelos levantaran la cabeza...!
Ahora mismo te pongo este comentario desde mi mesa camilla (habitualmente estoy en otro cuarto de trabajo). Estos dias de luvia y frio he buscado el calor de sus faldas, en mi rincón favorito en esta época que es el cuarto de estar. Creia que lo de las mesas camillas solamente se daban por el norte, no las imaginaba en Sevilla. Has hecho una descripción muy precisa y tierna de ambiente y recuerdos en torno a la mesa.
ResponderEliminarEn las casas modernas de las parejas actuales ya no hay mesas camillas.Por el contario, toda mi generación hemos hecho tertulia doméstica en torno a la mesa camilla. En ella sobre todo se tomaban las meriendas ( té, chocolate, café, rosquillas, pan de nueces,castañas,etc. según la epoca). Se jugaba a las cartas,se hacian las labores de costura o calceta... En fin, muchas horas de vida de nuestra generación se han hecho en torno a la mesa camilla. En ella yo también estudiaba en mi adolescencia, y escribí mis primeras cartas de amor. Esa es otra, las cartas que ya no se escriben ahora porque la gente va "pegada" a un móvil.
Me ha gustado mucho este post porque me prooorciona buenos recuerdos familiares.
Un abrazo, después de esta tertulia, de mesa a mesa.
Qué lindo es recordar la infancia, hacían de las casas unos hogares muy cálidos con amor y cuidados, no nos prohibían comer tantos dulces y estábamos súper sanos.
ResponderEliminarGracias por hacerme evocar mi hogar de niña!
Abrazo!
Cuando uno se hace mayor, tiene más de archivo desmemoriado que de camino por andar. Yo no viajo hacia atrás en el tiempo para comparar con el hoy y menos para lamentarme, pero sí para refrescar los pilares de mi vida.
EliminarUn beso.
Bonito relato.. Tener cuidado con las cabrillas cuando os cubráis las piernas ;)
ResponderEliminarPor cierto, en la web
mesa camilla, falda y brasero hay un post que nos cuenta
la historia y el origen de la mesa camilla desde antes de su inicio como elemento calefactor es un artículo magnífico..
Un consejo: Echar unas hojas de romero al ascua del brasero y aromatizaréis todo el lugar con un olor campestre agradable.. ¡Probarlo! Mi abuela lo lleva haciendo Décadas