Llamada en la madrugada de radio de una señora que cuenta cómo su soledad de ahora es un triunfo, después de haber vivido el infierno de 40 años de soledad en compañía: “Es más triste la compañía en soledad “.
En el tono de sus palabras ya se habían secado las lágrimas, pero quedaba un rescoldo de pena vieja enquistada en el tuétano de sus huesos, allí donde se relamen las angustias pretéritas. Estar sin ser visible; ser un ornato más, un elemento práctico de indudable utilidad, un robot que lava, plancha, ordena, convierte milagrosamente unas monedas en víveres para alimentar a la familia, que educa, cura, ayuda en los deberes hasta el límite mismo de sus conocimientos, evalúa el orden preferente en la lista de los recibos pendientes, es usada como objeto sexual cuando al señor le apetece o víctima de sus furias… Siente miedo y asco: miedo del otro; asco de sí misma.
Se hizo un proyecto de vida en lontananza, pero ésta es siempre un camino incierto en el que no están marcadas las estaciones ni los apeaderos; las mieles que imaginó pronto se trocaron por hieles, pero a esas alturas ya germinaba en su vientre la sangre de su sangre y aquellas primeras pataditas de su primogénita fueron las espuelas que le incitaron a seguir el galope del recorrido iniciado. Llegaron más hijos, los amó tanto a todos que se olvidó de amarse a sí misma y nunca encontró adecuado el momento de accionar el freno de emergencia. Se fue casando su prole, nacieron los primeros nietos… Un buen día, después de haber maquinado mil veces cómo alejarse para siempre, como acabar con la figura en la que no se reconocía, fue él quien tomó billete a los infiernos sofocando con el rebufo el de ella. En el sepelio, su tristeza había dejado de ser indefinible: ahora se sabía sóla a solas. La historia de esos 40 años había cincelado en su mente la idea de que es más triste la compañía en soledad.
Tema recurrente, casi de moda hoy en día. Me asombra, me da miedo pensar en los miles de personas que habrán arrastrado esas miserias sin alzar la queja, incluso convencidas de que su vida era normal. Habría que hacer un monumento a las víctimas de...¿la sociedad muda?
ResponderEliminarHistoria de muchas mujeres que la han vivido y la siguen viviendo en silencio y que incluso se sienten culpables de la situación.
ResponderEliminarAsí es la vida, la historra no se puede cambiar. Nacieron en una época que las cosas eran así. ¿Y ahora qué? En muchos paises son esclavas voluntarias y tampoco levamtan la voz. Les parece bien.
ResponderEliminarMi pena es que los jóvenes que pueden elegir tampoco son felices. Les dura la compañia poco más que tres meses. Y asi una y otra vez ansiando una compañia que no les llega nunca.
"Mas vale solo que mal acompañado". Pero quien sabe eso antes de ocurran las cosas...
Un abrazo
Tagore dijo:
ResponderEliminarLa curación de todos los males de la existencia se encuentra en lo más hondo de la propia vida, cuyo acceso únicamente es posible cuando nos hallamos solos.
Esa soledad es un mundo en sí mismo, rebosante de maravillas y de recursos inconcebibles. Está a la vez muy cerca y remotamente distante.
La soledad siempre es mala, sea de una forma o de otra.
ResponderEliminarLa trampa de estar solo
ResponderEliminarno se abre en la trampa mayor de estar con otro
ni tampoco en la trampa del cero,
sino en la montaña de reflejos que danzan
o en la última luz sobre una vida
enceguecida de ocasos.
El hombre es la oración de dios
o dios es la oración del hombre.
Demos las gracias entonces a lo que no existe,
por nuestra inexistencia que existe.
Y después,
abramos o cerremos del todo
la puerta de la trampa...
Admiro mucho a la mujer u hombre (que también los hay) que pone fin a esa soledad en compañía antes de esos 40 años, antes de que la vida se les acabe a ellos también, lo malo es cuando se soporta tanto tiempo y de pronto se dan cuenta que pudo haber otra vida pero no tuvieron valor
ResponderEliminarsaludos
Hola Paco.
ResponderEliminarProbando una cosilla desde guadalinfo... hola paco soy rubiales.
ResponderEliminarHolaaaaaaaaaaa
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