Se quedó perpleja. Cuando la psiquiatra le sacó la caja de pañuelos del cajón de su mesa de despacho invitándole a que se secara, sin ningún reproche por sus lágrimas, se quedó confusa y desorientada. Hace cinco años largos que falleció su marido y desde entonces no encuentra sentido a su vida; la soledad, el abandono, la falta de motivación para el aseo y, sobre todo, el intento de suicidio, fue la luz roja que puso en alarma a sus vecinos y terminaron avisando a los servicios sociales.
“Desde que falleció Antonio, es que no levanta cabeza”. No les faltaba a los vecinos algo de razón, porque a sus muchos años, la soledad es la más grave de las enfermedades y como una llamada desesperada para la partida. “¿Tiene hijos?” Negó a la doctora como un resorte, pero sus lágrimas no le dejaron continuar. Más tarde, con no pocos titubeos, le respondió con voz queda: tengo o tenía una única hija que me ha dado por muerta en vida. Era aún una adolescente cuando María quedó embarazada y sus padres la casaron de inmediato, antes de que se propagaran los rumores en el vecindario. Había sido una pareja muy unida y feliz, a pesar de la escasez de medios. Sólo habían vivido alejados durante el servicio militar de Antonio; así, hasta la muerte de éste. Tres años antes de su fallecimiento pudieron celebrar las bodas de oro; repasaron sus vidas y, con los altibajos de fortuna que trae parejo la vida y los desarreglos de salud en el último tramo, ambos se mostraron satisfechos y dispuestos a repetirla.
A su nieto Antonio –como su abuelo-, le duró el matrimonio lo que duran las mieles, y es que al chico le pusieron la maleta en la puerta cuando su mujer se dio cuenta que la droga le iba pudriendo a pasos agigantados. Un día se presentó desaliñado en casa de la abuela contándole que también su madre le había puesto en la calle y no tenía donde apoyar la cabeza. María sabía que a su esposo no le quedaban muchos días, ya le habían dicho en el hospital que no había nada que hacer: “Cuando hay metástasis, señora, lo mejor es que se ponga estos parches y que termine los días en su cama”. María encontró consuelo en la presencia de su nieto. Durante el sepelio, su hija supo que Antonio, su hijo, llevaba una semana en casa de su madre y montó en cólera; desde entonces no había vuelto a visitarla ni llamarla. El chico escuchó con atención los consejos de la abuela y se fue rehabilitando sin necesidad de ingresarse en ningún centro. Poco después recuperó su matrimonio y ahora tienen una niña monísima, un matrimonio aparentemente feliz y no le falta el trabajo. “Siendo así –le interrumpe la doctora- ¿cómo es que su hija sigue dándola por muerta?” Tampoco le culpo, doctora, ella tiene bastante con el alcohólico de su marido, como para cargar conmigo. ¡Si al menos me llamara de tarde en tarde!
Hola Francisco que relato tan triste pero cierto. Cuantos casos en los que las personas a la muerte de su pareja (a la que el sentido de su vidsa no era otro que dedicarla a su pareja) se quedan como fantasmas ambulantes sin saber que hacer. Muchos casos conozco así pero tambien se la trayectoria de sus vidas.
ResponderEliminarEsto tiene que estar previsto desde siempre. Es la única realidad: Crecer, multiplicarse envejcer y morir" y nos se por qué la dos últimas siempre nos pillan de sorpresa. Vivimos en otro planeta.
Un beso
Desgarradora la historia, aunque María puede darse por satisfecha porque su soledad le ha permitido la rehabilitación de su nieto. Otros ni este consuelo pueden tener.
ResponderEliminarLa vida real es siempre más dura y es fuente de la creación. Me olvidé decir que este relato es el boceto literalizado de un desgarro humano en las madrugadas de radio. No imaginamos cuánto sufrimiento hay en los corazones de las gentes.
ResponderEliminarHola Francisco , desgarrador relato y hay que pensar que la realidad supera siempre a la ficción . Como tu dices cuánto sufrimiento hay en los corazones de la gente . Un abrazo
ResponderEliminarSi, triste por repetido. Soledad total en el último tramo, cuando uno se consuela y contenta con poco. ¡Cuántos momentos como el de ésta mujer nos rodean por todas partes¡beso.
ResponderEliminarParece que hoy ambos hablamos de soledad.
ResponderEliminarDesgraciadamente esta historia es tan triste como cotidiana.
Un beso
Qué triste esta historia, pero, imagino que muy real también!
ResponderEliminarPasaba a leerte un ratito y a agradecerte tu acompañamiento en estos días.
Un abrazo muy fuerte, amigo!
Yo considero que está mucho más sola su hija y que su madre lo sabe y lo sufre por las dos, con la esperanza de recuperar algún día a su hija, igual que fue capaz, de rehabilitar a su nieto.
ResponderEliminarUn fuerte y calido abrazo
Querido Francisco, muy dura es la vida de gente extrema, pero mucho peor lo es para los que se niegan a dar y a recibir cariño. Nunca podria ponerme en el lugar de esa mala hija y mala madre para su hijo. Ella fué la responsable de toda convivencia negativa.
ResponderEliminarParece mentira como algunas personas pueden tener tanto poder, aunque tarde o temprano se les gira en contra y acaban de la misma forma que han vivido: SOLAS.
A veces, ciertas bendiciones de Dios entran astillando todos los vitrales...
ResponderEliminarUn beso!