10 noviembre 2010

CARACOLA


Me quedé prendido del tono de tus decires, como el rocío se prende en las hojas de hierba antes del amanecer y desprende destellos cuando el sol la ilumina; allí quedó tu huella, marcada en la arena hasta que la siguiente ola la transportó hacia los entresijos de lo desconocido. Puse el oído sobre la arena húmeda y pude oír el latído tu pulso en retirada con ecos de perpetuidad. Me quedé dormido con el embeleso de tu voz aún en mi mente, acompañada por los sones rítmicos de las suaves olas al romper. En mi corazón, una orquesta hacía variaciones sobre el mismo tema, del que tú eras melodía. Se puso el sol, llegó la madrugada, y en el duermevela de la espera me hice vigila perenne…   no acudías, debiste equivocar el camino o algún pájaro  pronunció para ti trinos de promesas irrenunciables. De repente; una caracola al alcance mi mano, desmayada, exhausta, empujada por la pleamar; destellos de nácar, misterio insondable en el laberinto recóndito de su ser profundo; la acerqué a mi oreja, y allí estaba la música que prometía el reencuentro. No sé cuánto tiempo ha pasado desde entonces y sigo vagando sin rumbo fijo, sin acierto, en pos de tus decires pretéritos.

4 comentarios:

  1. Que en tu corazón siga sonando las variaciones sobre el mismo tema, sobre el conocer y extrañar, sobre esa melodía cautivadora y emotiva que te lleva a escribir algo tan hermoso.

    Un fuerte y calido abrazo

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  2. Francisco, ten cuidado con los cantos de sirena no te hagan derivar hacia Escila o Caribdis. Como siempre, un placer leerte. Abrazos

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  3. Francisco... es usted todo un poeta!
    Es ésta una delicada prosa llena de sentimiento!
    Le felicito, caballero!

    Un abrazo!

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  4. ...música que prometía el reencuentro.
    ...y sigo vagando sin rumbo fijo,
    ¿Cuántos siguen vagando en pos de esa música, que al lerlo parece oirse?
    Precioso, Francisco
    Un abrazo

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