01 octubre 2019

EN UN TIEMPO ANTERIOR




En un tiempo anterior todo era distinto:
los niños jugábamos en la calle
y nos fabricábamos la pelota con trapos
o montábamos un corcel de caña
que corría sin fatigarse;
merendábamos pan con chocolate terroso
o con aceite y un poco de azúcar.
La calle era nuestra
hasta que se encendía el alumbrado público,
en las casas más permisivas, hasta algo más tarde.
A veces volvía a casa alguien herido,
pero ¿quién dijo que fuera gratis la toma del castillo
o sentar plaza en la era de arriba?
Éramos un poco más salvajes:
nos subíamos a los árboles, tirábamos piedras
y hasta hacíamos algún blanco desafortunado:
llevo cerca de la coronilla una cicatriz
de uno de esos infortunios pasajeros.
Mis nietos, en cambio, juegan al Fortnite
con alguien que también está encerrado
no sabe dónde y hasta se comunica en otro idioma.
En ese tiempo anterior éramos menos refinados
y más callejeros, también menos aplicados;
éramos producto de nuestro tiempo
como sin duda mis nietos lo son del suyo.

6 comentarios:

  1. Se jugaba mucho en la calle. En las casas estorbábamos. Hoy los niños no juegan. Son las maquinitas las que juegan con ellos.
    Un abrazo, Paco.

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    1. Uno no sabe qué es mejor, pero sí sé que a los niños les viene bien el contacto con otros niños de su edad y no vivir entre algodones.
      Un abrazo, Cayetano.

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  2. Me has recordado a mi infancia, yo también tengo una cicatriz de "guerra".Discrepo en lo de aplicados pues al menos en casa los estudios estaban por encima de todo y había que aplicarse mucho en ello al igual que en el respeto a los mayores, ser educados y tener buenos modales en todo....claro que a la hora del juego callejero y cuando nadie nos podía llamar la atención hacíamos de las nuestras.Saludos

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    1. Mi caso es muy similar al tuyo, Charo. La hora, ya que no tenía reloj, era el encendido público para volver a casa.
      Un abrazo.

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  3. Éramos salvajemente felices y libres.
    Yo tengo las huellas de un brazo quebrado y las rodillas marcadas de esas guerras que nos inventábamos y que resolvíamos con el abrazo de complicidad, cuando ya estabamos exhaustos, justo cuando mamá o papá nos llamaban para cenar.
    Fuerte abrazo desde nuestra evocación fascinante.

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    1. Gracias por tu comentario, Sara, chica brava y valiente.
      Un fuerte abrazo.

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