Fotografía de Isidoro Jara. |
El otoño ha llegado al cortijo,
como ha dorado la viña
vistiéndola de pámpanos
encendidos
y marrones quebradizos y
ojerosos;
hace días que acabaron los
viñadores
y hoy se doblarán ante otras
cepas
o quizás ante el infortunio
del paro.
La agricultura es
temporalidad
de cultivo y también de
laboreo.
También ha llegado el otoño
al rico caserío de los
abuelos,
como con frecuencia sucede
a la tercera generación.
El paso de los días deja una
mácula
imposible de disimular,
un agotamiento y
transformación
que no se asume
o te suma en la más absoluta
decepción insuperable
en la que la savia dormita.
La estación más bonita del año si no se desmanda. Como en la vida, es la madurez, el tiempo de los sabios y de los poetas que se cansaron de cantar a la primavera, más cursi y adolescente. Lo importante es que se alargue y que no llegue el invierno.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡¡Ay Cayetano!!, el problema es que el invierno llega siempre.
EliminarUn abrazo.
Cada momento de la vida tiene su aquel, Cayetano. A mí me gusta mucho el otoño por idénticas razones que tú aportas, pero también la primavera y el verano. El invierno, como dice Emilio, es otra cosa.
Eliminarn abrazo
Emilio Manuel, en verdad ya he contestado también a tu comentario, pero no quería dejar pasar la ocasión para saludarte.
EliminarUn abrazo.
Saludos cordiales igualmente.
EliminarEs ley de vida ese otoño que nos llega a los abuelos y que luego dará paso al invierno aunque no todos lleguen...hay que dejar sitio a las nuevas generaciones.Saludos
ResponderEliminarEl mayo comprende que es ley de vida, pero cuando la diana es él no suele llevarlo tan bien, Charo.
EliminarUn abrazo.