La escucho mientras me
afeito:
alguien entona con verdadero
regusto
una taranta en mi entorno,
─sin precisar su origen─
y un pellizco de barreno
me estalla en el alma.
La guitarra subraya los acordes,
la transpiración y los quebrantos,
mientras se adivina el olor
a pólvora quemada
y un escalofrío recorre mi
pecho,
lo agita y estallar en mis
pulsos
por la misteriosa magia
hecha sopor y sabor
de un cante que sale de las
tripas:
mina, dinamita, estruendo y
dificultad respiratoria
en un todo que habla de
esclavitud
en el seno recóndito de la
tierra.
Pensaba que lo tuyo era la ópera.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo mío es la música, pero sólo como pasivo. Lamentablemente no he aprendido a tocar ningún instrumento.
EliminarUn abrazo flamenco, Cayetano.
También soy pasiva en la música sólo me gusta escucharla, intenté aprender a tocar la guitarra pero fue misión imposible.Saludos
ResponderEliminarCuando nos encontremos nos vamos a echar unos cantes y a celebrar la amistad, que es motivo de gozo.
EliminarUn abrazo.
Un canto, un quejio amargo, la taranta. La mina, la tierra.
ResponderEliminarUna esclavitud maldita?
Gracias por tu comentario, en el que vislumbro la búsqueda y es muy de agradecer.
EliminarUn abrazo.