A veces me cuesta
reconocerme
por esa apatía que el tiempo
va dejando, como óxido,
tanto en el aparato fonador
como por la rigidez del oído
y de las articulaciones.
Con los años nos hacemos más
débiles,
más frágiles y más
enroscados en el pasado;
en consecuencia, cada día más
pequeño,
hasta que alcance el grado
de humildad
que considero meta y
objetivo
según el nombre que me
pusieron,
a cuya devoción me gustaría parecerme.
Confío en dar con el código,
con la llave maestra
con la que poder abrir la
puerta de mi destino;
mas de momento,
me dispongo a seguir vivo y
vivaz
y apurar los tragos
o los sorbos que todavía me
restan,
antes de descansar
para siempre y ser por
siempre mi verdad.
No nos hacemos más frágiles, sino más crujientes, como el buen pan.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Crujiente en cada una de las articulaciones, Cayetano; algo así como una polifonía.
EliminarUn abrazo.
Es cierto, cada uno vive su verdad.
ResponderEliminarUn abrazo
Una verdad de hace unos instantes, Emilio, he perdido cuatro partidas seguidas a la Oca con mi nieto pequeño y se partía de risa el muy tramposo.
EliminarUn abrazo.
Es verdad que los años nos dan más fragilidad y debilidad pero las circunstancias que nos toca vivir no nos permiten ceder a dicha fragilidad y tenemos que sacar fuerzas de donde sea para seguir adelante con nuestras circunstancias, no nos queda otra salida.Saludos
ResponderEliminarTienes toda la razón, Charo. ¡Siempre adelante!
EliminarUn abrazo.