Como todos, fui tabla rasa
que lloraba o reía
a capricho y en sustitución
del lenguaje
que todavía desconocía;
luego aprendí a hablar y
decir: ¡yo, mío!
a leer: mi mamá me ama; yo amo a mi mamá.
A mis padres, a la escuela,
a los amigos…
a todos los que la vida
puso en mi camino
les debo el resto
de esta memoria que soy hoy
y también lo mucho que me
hicieron sentir
lo que todavía desconozco.
Nací siendo casi tabla rasa
y hoy tan sólo alcanzo a
comprender
que me muevo bajo mínimos,
que sólo soy una capa de
barniz
que disimula mis muchas
carencias.
Así andamos, bajo mínimos.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Aunque los hay como derivaciones de la pata del caballo del Cid.
EliminarUn abrazo.
Mientras más avance, más carencias nos vemos en el interior.
ResponderEliminarUn abrazo con sabor de anís.
Tienes razón, Sara, y así hasta que lleguemos a un conocimiento similar al de Platón o Sócrates para admitir que nada sabemos.
EliminarUn abrazo anisado.
Carencias tenemos todos los humanos, hay quien las sabe y las admite pero también hay quien las ignora y se cree perfecto.....yo me quedo con el primer grupo.Saludos
ResponderEliminarEs verdad, Charo, hay mucho petulante y mucho vanidoso de bien poco calado.
EliminarUn abrazo.
Que carita de bueno ya desde niño-. Ni tabla ni na,. Te admiro por tu talento de escritor. Gracias poeta 😘
ResponderEliminarEstas cosas se dicen en privado, Katy, mil gracias. Por cierto, mi madre siempre creyó que era un niño bueno.
EliminarUn fuerte abrazo.
Una tabla rasa que supiste rellenar muy bien y que hoy aunque solo sea el barniz lo que le quede, como tú dices, nos trasmite mucha sapiencia y buen hacer. Un abrazo
ResponderEliminarPrometí quererte para siempre y te lo ganas un día más, Chaelo. Muchas gracias por tu amistad cinco estrellas.
EliminarUn fuerte abrazo.
Eres humilde y eso te honra pero tus letras transmiten más que un mero barniz, mucho más.
ResponderEliminarBesis.
Muchas gracias, Manuela por tu magnífica valoración.
EliminarBesos abrazados.