Es como un hechizo
cuando ella clava en mí sus
azucarados ojos
de ternura apasionada,
como estilete que saja
buscando respuesta en los
adentros,
con su deriva de husos
horarios:
un cambio de hemisferio,
miríadas de brazas marinas
y hasta un acento que vosea
nos separa;
pero es tanta la ternura…
Cuentan que un día,
cuando llevaba la correa de
Luna
en una mano y el bastón en
la otra,
paseando por la Costanera,
se arrodillo el Paraná
ante la belleza de su
corazón
─fundido en platino y
esmeraldas─
y se escuchó en todo el
paseo
una voz licuada e
inconfundible
que repetía:
apapachos, apapachos,
apapachos…
Ella es un hechizo,
una suerte de signo
con el que fue signada por
Dios
para enjabonar de ternura
a sus muchos amigos.
En su mano, un agujero,
un desagüe como estigma de
su abundante
generosidad;
en su timbre, un acento
musical
como ajuar de una novia;
en su corazón, la mano
de su Madrecita, su fiel
compañía.
Así es ella; es como un
hechizo.
Tierno, precioso, real...
ResponderEliminarTampoco es poca tu mucha ternura, Tracy. Muchas gracias.
EliminarBesos.
Hemisferio: medio planeta, mitad de hechizo. La otra mitad la dejamos por el norte, que nos toque algo.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Muchas gracias por estar siempre, Cayetano.
EliminarUn abrazo.
Una privilegiada ella igual que, con la capacidad de describir toda la belleza de su esencia.
ResponderEliminarAbrazo!