Se acerca el fin de curso
agitando pañuelos de adioses
que serán primicias al apuntar
el otoño.
Los hay compungidos y
también alegres,
mas todos enamoradizos y
nostálgicos
como agitada y convulsa es
la juventud;
en el corazón sacudido de la
maestra
una pausa temida y
necesitada:
sabe que el próximo curso
serán otras las inocentes o
pícaras miradas,
otras mentes que alimentar de
verbos,
predicados y accidentes
gramaticales
que les hagan confluir en
concordancia.
Los alumnos tienen siempre
la misma edad, pero ella
crece y crece
como crecen sin control las
enredaderas
abrazando el tronco de los
árboles
hasta desparramarse por la
copa
y soslayar los frutos con su
presencia
progresivamente más y más ajada.
El verano es un tiempo marchito
alejada de la algarabía de
los jóvenes,
a pesar de alojarse en la
encarnadura
de la inquieta niña que
sueña
con lazos, muñecas y
príncipes.
Un traspiés le lleva a
urgencias
en la competición acústica y
desenfrenada
de una ambulancia con
destellos lumínicos.
Al recuperar la conciencia, una
voz familiar,
atrapada en una bata verde doctorada,
le acaricia la mano y le
llama Doña Carmen:
sus niños y niñas ocupan la
cúspide
de la pirámide en la que
ella fue poniendo
sillares y peldaños que
pudieran escalar.
Todo crece en el entorno de
Doña Carmen,
mientras ella mengua y sigue
hablando
de subjuntivo, adverbios y
pronombres,
el pavimento por el que se
desplaza
la ciencia, las
comunicaciones y la sociedad.
Has reflejado una frase que todos las veces que hablo con mi cuñada me dice, esa frase es "Los alumnos tienen siempre la misma edad, pero ella crece y crece", es cuando se da cuenta que ya no es una niñas y que son muchos los años que lleva impartiendo clase a adolescentes cada vez más resabiados.
ResponderEliminarSaludos
Siempre hablamos de aquello que conocemos por la experiencia vital o por el relato de allegados; también de lo que leemos. Todos estos días traigo entre manos un juego cariñoso hacia esta Maestra que está muy malita y es todo cuanto puedo hacer por ella.
EliminarUn abrazo.
Nos dejas una profunda reflexión sobre la entrega incondicional de una maestra, que se va dejando la vida en aras de la educación y la cultura...Toda una siembra de amor, que no ha sido en vano...Ella mengua físicamente, pero crece en espíritu como esa "enredadera" que abrazada al árbol de la vida llega hasta la copa del árbol para tocar el cielo...Gracias por este cuento real de vida, que es ejemplo y belleza para todos.
ResponderEliminarMi abrazo para ella y para ti, Francisco.
M.Jesús
Estuve a punto de no publicarlo, pero anoche mismo he sabido que a ella le ha gustado mucho.
EliminarUn fortísimo abrazo.
Maravilloso homenaje y muy merecido.
ResponderEliminarNuevos alumnos, llenos de vigor y juventud llegan a las aulas.
Pero los años pasan, no sólo para Doña Carmen, sino para todos los que caminamos a su lado.
Un gran abrazo para ella y para ti.
Ambar
Eres una persona deliciosa, Ambar. Te agradezco mucho tu comentario.
EliminarUn fuerte abrazo.
Ya quisiera yo que me recordara alguien en momentos de premura...
ResponderEliminarQue se mejore doña Carmen.
Las demás maestras ahí andamos, creciendo ientras ellos y ellas crecen de verdad!
Un homenaje tierno y precioso.
Besos.
;)
No quisiera tenerte en estas circunstancias. Eres todavía una niña, pero habrá en algún lugar un bardo que te cantará arrumacos cuando sea tu momento. Ya no estaré, pero asistiré a ello desde las alturas.
EliminarBesos.
Como siempre Francisco, has elevado a Mª del Carmen al lugar que le corresponde por su entrega, por su cariño, por esa nostalgia que nos deja en el alma cuando vemos que cada año llegan nuevos chavales a nuestra vida y volvemos a reiniciar ilusionados una labor de entrega y de esperanzas.
ResponderEliminarEl tiempo de los días nos va marcando la edad, pero siempre ante nosotros hay unos ojos nuevos a los que al mirarlos con renovadas ilusiones, para darles todo aquello que les haga más personas en la vida.
En vez de ser profesora y estar en el lado de Mª del Carmen, me hubiese encantado ser alumna suya, escuchar la dulzura de su voz, sentir sus apapachos y recostarme en el nido de su alma cuando el camino se torna frío y oscuro.
Creo que muchos de sus alumnos la recordarán, quizá no por las lecciones impartidas, sino porque en ella vieran un alma de luz, una voz de suaves caricias que les llegaban al alma.
Mi dulce amiga, sembraste tu semilla y hoy vuela por el mundo en el corazón de centenares de chavales, ahora tú te debes sentir muy orgullosa de lo que diste y sobre todo de los recuerdos de sencillez y libertad que repartiste en los surcos de la vida, donde esas semillas han brotado con todo su esplendor.
Te quiero mucho, y si cierras los ojos, sentirás los apapachos que te envío atravesando el Atlántico y dejo entre tus manos sembradoras. Besos en lluvia.
Ángeles
Te agradezco infinito esta larga misiva que le va a llegar sin dudas a sus oídos, Ángeles.
EliminarUn gran abrazo.
Es casi un milagro, o una inspiración angélica, el hecho de que hayas podido hacer tantos y tan bellos y singulares poemas... ¡a diario!. No dejo de admirarme y sorprenderme gratamente cada vez que sale uno nuevo.
ResponderEliminarÉste tiene el encanto de la vida llevada con ilusión y vocación, como es la suya. Lo has plasmado con mucha frescura y simpatía. Cuántos bellos recuerdos le vas a despertar a nuestra dulce maestra.
(Maestrita, me hubiera encantado tenerte de profe de letras... Un muak, muak, de esta tu admiradora perenne. :)
Y otro para ti, maestro poeta (o "españolito") :)
Mil gracias, Maite, por tus palabras. No es lo que perdemos, sino lo que hemos ganado. "Españolito" suena doblemente dulce en ella.
EliminarUn fuerte abrazo.
Hola Francisco. Enhorabuena por este poema dedicado a tu amiga que debe ser una buena maestra. Con ellos has hecho también un gran homenaje a todos lo buenos maestr@s que seguro son much@s y hoy no están bien valorados y algunos padres les pegan por llamar la atención a sus hij@s. Los maestros los principales responsables de que los alumnos crezca y se formen para tener una buena educación y sean personas gratas que aporten a la sociedad lo que recibieron de ella al prepararlos para la vida. Chapó por los educadores y por este homenaje.
ResponderEliminarQue se mejore tu amiga.
Abrazosssssssssss para los dos
Eres un ejemplo de ternura, Isa. Efectivamente, lo que digo es común a todos los buenos docentes y ella lo ha sido. Gracias por tu aportación.
EliminarBesos.
un bonito homenaje a Mª Carmen y a todas las profesoras que como ella, han visto que sus alumnos las adelantaban. Es el mayor orgullo para ellos.
ResponderEliminarUn beso fuerte para ella y para ti
Muchas gracias, Tracy, por tu presencia y comentario, y en especial por ese beso para ella que sé que recibe encantada.
EliminarBesos.
El poema tan bello te honra, Francisco, y hace honor al sentimiento de cariño hacia una persona tan especial como María del Carmen... será lo que Dios quiera, pero ella estará feliz.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es verdad que se siente muy arropada por tantos amigos que le hacen llegar sus buenos sentimientos. Muchas gracias, Rafael.
EliminarUn abrazo.
Me llamo la atención la foto de Maria del Carmen, bello homenaje de palabras sentidas hacia ella. Tuve la suerte de cruzar con ella algunos comentarios en nuestros respectivos blog. los suyos siempre llenos de ternura y amabilidad, una mujer con mucha paz interior.
ResponderEliminarTe felicito por saber transmitir tanto y tanto...
Besos desde mi atalaya para ella, esperando su mejoría y otro para ti, por saber disfrutar de su amistad.
Finita
Creo que los amigos lo son especialmente en los momentos duros, Finita. Muchas gracias por tus palabras. Hace unos instantes he conectado con su nuera y me ha contado que le ha leído todo los comentarios y que María del Carmen se siente muy satisfecha.
EliminarUn beso.
Y pasan los cursos, los años... Y los alumnos se hacen mayores. Y muchos te saludan cuando te los encuentras en el hipermercado. Piensas que algo bueno dejaste en ellos. Cuando empiezas, los padres de tus alumnos son mayores que tú. Luego son de tu edad. Más tarde podrían ser tus hijos ( a veces dan ganas de regañarles por lo mal que educan a los suyos). Y tus alumnos podrían entonces ser tus nietos. Luego te jubilas y abres la espita del recuerdo.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Tu comentario, Cayetano, es Valor Añadido para mi poema. Muchísimas gracias.
EliminarUn fuerte abrazo.
Qué bien conjuntas al docente con la persona que es. El que ejerce la docencia tiene el privilegio de dejar su impronta en los alumnos, yo creo que tienen un plus extra por ello. Felicidades por este poema tan sentido, Paco.
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