Nunca imaginó que él pudiera llegar a esos extremos. Había nacido en una familia de clase media alta y recibió una formación adecuada a su estatus y condición. Aunque no demasiado diligente sí fue un provechoso estudiante. Ahora que ni tenía zapatos, recordaba el olor característico del internado y la disciplina a la que estuvo sometido durante su infancia y pubertad. Su familia nunca había querido saber mucho de él o así lo creía. Cuando renunció a los estudios universitarios, sus padres le volvieron la espalda y no quisieron ni siquiera oír otras propuestas que él pretendía para su vida. Pensó en matar al padre y sentía lástima de la hiel helada de su madre, incapaz de imponerse en defensa de su hijo a la arbitrariedad de su esposo.
Se marchó de casa y entró en mil aventuras, no todas limpias, que le encumbraron económicamente con gran rapidez. Me contaba con deleite el día que se presentó en casa de sus padres con un buga muy superior al paterno. No buscaba nada, pues sabía que nada encontraría; lo hizo por el regusto de ver el gesto de su padre cuando le viera bajar de su deportivo. Ni siquiera una mirada de reconocimiento. “Mi padre, -me dijo- no me ha perdonado nunca que no estudiara y siguiera sus pasos en su bufete”. Las veleidades de la fortuna le habían llevado a la calle víctima de un consumo que le había helado las venas hasta a vivir de la misericordia. Dice haberse resistido a los comedores sociales porque, aun habiendo tocado fondo, en sus genes se hacía resistente un destello de orgullo que seguía sin ser hollado.
Cuando le conocí, tenía más de persona digna que de vida. Ya no podía ni siquiera andar. Había vendido sus zapatos. “Creyó que me engañaba, -me dijo- pero el listo fui yo, que le vendí lo que no me servía y a cambio me calenté las tripas con un cartón de tinto que me supo a gloria. Lo más triste, -continuó- no es no tener un techo donde cobijarte, que te roben cada día tus escasas pertenencias, que te abrase el sol y te moje la lluvia o tener la piel de intemperie, no tener horario de comida ni nada que llevarte a la boca, sino que siendo no seas, que no signifiques nada para los que se cruzan contigo y miren para otro lado para no verte”.
Hola, Francisco:
ResponderEliminarNunca será fácil escoger el camino correcto, la vida nos pone a prueba y la decisión puede cambiar nuestros destinos para bien o para mal... Pero a veces, el orgullo de unos o la indiferencia de otros, acrecienta la pena.
Un abrazo.
Que triste es esa vida, que no es vida, que terrible debe ser tenerlo todo y de pronto vivir así... ¿como es posible que se pueda tener personas en una ciudad malviviendo de esa manera? ¿nuestros gobernantes no ven?
ResponderEliminarSe que yo como madre jamás daría la espalda a un hijo...puede que quiera darle una lección por algún tiempo pero siempre vigilando de cerca...lo he hecho y lo hago, a costa de que mi familia me diga boba por prescindir de algunos gustos y ayudar a enderezar las malas decisiones de mis hijos...pero prefiero saber que hice todo lo posible antes de gastar dinero en mi...no lo digo para que la gente piense que soy buena madre...quizás y no l sea...quizás deba dejar que se estrellen solos...q toquen fondo y aprendan a subir....pero que madre sería si les doy la espalda? sus errores en el fondo también son los míos...yo los traje...yo los eduqué...así que no puedo sencillamente decir."que se las arreglen"..no puedo...
ResponderEliminarCreo que la mayoría de hombres y mujeres que deambulan por las calles sin techo en gran parte lo son por falta de padres...besitos Francisco..siempre pones la nota humanitaria en los blog
Hola Francisco, que triste es esta historia. Como este hombre hay muchos por el mundo arrastrando un cuerpo que necesita amor, alimento, calor de hogar...... Besos, cuidate amigo.
ResponderEliminarEste relato me produce sensaciones contrapuestas...
ResponderEliminarEs cierto que la testarudez de los padres, solapada a un ambicionar para el hijo algo propio sin escucharlo si quiera,puede llevar a la desesperanza, a sentirse abandonado e indiferente al amor paternal...
Pero para llegar a esos límites desarrapados donde al fin la indiferencia es generalizada y la miseria en todos los sentidos,compañera...
Ufff,para llegar a eso, uno ha de quererse muy poco.
Por no decir nada.
Tristísimo.
Besos.
Alguien se equivocó, y no fue el.
ResponderEliminarSaludos
Hay veces que las personas buscamos culpables y responsables para justificar nuestras actuaciones. Somos libres de escoger nuestro camino. Muchos padres han abandonado a sus hijos y a veces estos han alcanzado fama y notoriedad. Otros por el contrario han nadado en la opulencia y lo han despilfarrado todo. Pero cada caso es diferente y es lamentable que haya estas opciones de abandono.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Francisco!!! Qué dura es la vida a veces!!!! qué tristes situaciones!!!! No tomar las decisiones oportunas en su momento... pienso que condiciona nuestra trayectoria de vida. Me quedé con cierto regusto amargo al leer tu entrada... pero la vida es así... una de cal y otra de arena... cosas buenas y malas, felicidad y tristeza... no sé, todo un yinyan!!!! BESOS CARIÑOSOS DESDE CÁCERES.
ResponderEliminarYo creo que cuando miran para otro lado es para que no duela la conciencia, o para no verse en el espejo de lo que todos podríamos llegar a ser.
ResponderEliminarEn cualquier caso, una historia extraordinaria y emotiva.
Feliz día
Bisous
Muy duro, pero tristemente no es un caso aislado. Se empieza por un problema, un fracaso, un desengaño, desempleo prolongado, etc. y, poco a poco, se incia un descenso al abismo, sin retroceso, hasta eso tan terrible que es "no ser nadie", "no ser nada" y borrarse la dignidad que corresponde como persona.
ResponderEliminar¿No podriamos al menos, cuando los cruzamos en nuestro camino, regalarles una mirada cargada de comprensión y ternura? Y cabe hacer algo más.
Un afectuoso saludo.
Que duro relato vital, Francisco. La vida es un subir y bajar, pero hay veces que esto es incontralable y se va desde el cielo a lo más abajo del abismo. También hay mucho de autoafirmación, autoestima y vanidad. En fin, ni zapatos tenía el hombre. Buen fin de semana. Abrazos.
ResponderEliminarNo se trata de una historia real, pero sí de una historia verídica, verosímil como tantas otras historias reales que están por las esquinas y bajo los puentes de nuestras ciudades.
ResponderEliminarEl domingo celebra Cáritas el Día de los Sin Techo y esta entrada ha querido ser un llamamiento a lo que les sucede a mayor número de personas de las que creemos. La mayor parte de ellas aquejados de una demencia que les hace irrecuperables, pero todos ellos carentes del más mínimo reconocimiento como persona.
Gracias a todos por vuestros comentarios.
Pues a mi también me suscita esta historia sensaciones contrapuestas. Yo no estoy de acuerdo con Emilio de que alguien se equivocó y no fue él. Pienso que todos se equivocaron. Y ese afan de revancha pasándoles a los padres por las narices su triunfo demuestra la misma sensibilidad que la de sus padres al ignorarlo. Puesto que queremos vivir nuestra vida y no la de nuestros padres, debemos ser consecuentes y reponsables de las opciones por las que nos hemos decantado.
ResponderEliminarOtra cosa es que, en un caso de estos, seamos indiferentes a su situación y no echemos una mano aunque las malas decisiones sean suyas.
Un abrazo
Algunos tendremos que vender los zapatos para poder comprar calcetines.
ResponderEliminarUn saludo.
Lamentablemente está al orden del día. Y lo peor de todo es que en muchas ocasiones pasamos de largo sin hacer nada. Existen lo que se llaman "rutas solidarias", que consisten en que grupos de personas se les acercan, les dan algo de comida, algo caliente y charlan un poco con ellos, y agradecen más el cariño que la comida. Un fuerte abrazo desde el blog de la Tertulia Cofrade Cruz Arbórea. http://tertuliacofradecruzarborea.blogspot.com/
ResponderEliminarCuando un hijo tiene una vida confortable, según el criterio de los padres, y te dice que quiere abandonarla para buscar su propia vida no es facil aceptarlo pero hay que hacerlo y sobre todo hay que escucharlos pues es en esos momentos es cuando mas apoyo necesitan.
ResponderEliminarUn abrazo .
Es lamentable el desperdicio de toda una vida, mas, me deja una reflexión ¡qué malos padres! ¿Por qué tienen hijos, gente que no puede guiarlos con amor y comprensión? No hablo por haberle dado la espalda; si le hubieran criado como tendría que ser jamás hubiera ocurrido tal desgracia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Durísimo el planteamiento que has escrito, Francisco. A mí, me ha recordado un pelín a la historia del Patito Feo, repudiado por sus padres, aquel, por ser distinto, este por ....no estudiar y no querer alcanzar el estatus que le tenían preparado. El patito feo encontró una familia de cisnes. Tu protagonista se topó con la soledad y la indiferencia.
ResponderEliminarUn abrazo amigo.
Triste pero la realidad es esa Francisco, detrás de cada persona hay una historia que lo explica todo si se sabe ver, en cada persona que ha llegado a esta circunstancia hay un relato duro o escogido por determinarse por malos caminos o malas elecciones.Son personas, pero que ellas mismas se encierran y se auto-destruyen por no poder ver o salir hacia la vida de otra forma.
ResponderEliminarUn abrazo a ambos.