21 agosto 2015

SILENCIO



Me obsesiona el silencio; lo confieso.
Ni el frío ni las altas temperaturas me exasperan
tanto como los ruidos no buscados.

En casa me gusta oír mi propio televisor
o la música que elijo, pero no
la empapadera absorbente
de voces ajenas que se filtran
por la baja calidad de los tabiques,
con la imprudencia de no haber
sido invitados. Me opongo. Me marcho.

Ya en la calle, unas palomas dejan de picotear
y se espantan y agitan en mi presencia
con fuertes aleteos de despegue.
A mi paso, los grillos silencian en actitud de respeto
o tal vez en sigilosa defensa.
La brisa, fiel a su partitura, agita el follaje
y se hace plácida armonía repetitiva
como las variantes de una misma sinfonía.
En la calle, todo enmudece. El silencio sólo sufre
de interrupciones humanas
y conductores acelerados, alienados y alterados.

2 comentarios:

  1. Bello poema. El silencio es oro...
    Un abrazo fraternal querido amigo Francisco.
    MA.
    El blog de MA.

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  2. El silencio ! todo un tema.No siempre es lo mejor.
    El silencio elegido es bueno y sanador, pero a veces el silencio es pariente de la soledad.
    PRECIOSO POEMA !
    Apapachos.

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