30 agosto 2015

SE SABÍA



Se sabía el nombre de los montes,
de cada colina y de cada trocha;
se sabía el camino más adecuado
en cada circunstancia,
la utilidad de cada matojo, y cada árbol,
su flor, su aroma y el momento fecundo;
se sabía por los brotes mordidos
el tiempo transcurrido,
la proximidad de las madrigueras
y las huellas de cada animal
de pelo o pluma.

En su memoria estaba el perfil
cinegético de cada animal,
de cada depredador, de cada herbívoro,
y calculaba las probabilidades
de servir pan en su mesa cada día.

Se sabía amante del reino animal
y se consideraba parte de la cadena
trófica en la que se reconocía como
el eslabón privilegiado. Se sabía
todos y cada uno de los márgenes
de la vida, y sabía sacar provecho
de lo mucho que el Creador
había dispuesto en las manos del hombre;
pero sabía tomar la justa medida
de aquello que convenía
para paliar las necesidades de la familia
sin agotar la fuente de la que bebía.

Sabía que sus huellas estaban marcadas
en cada senda, en cada atajo,
y sabía que usaba de aquello
que sus mayores le transmitieron:
“Sed fecundos y multiplicaos,
llenad la tierra y sometedla;
dominad los peces del mar,
las aves del cielo y todos los animales
que se mueven sobre la tierra.”

2 comentarios:

  1. Francisco, tu poema es todo un homenaje al hombre primitivo, aquel que aprendió a vivir en la naturaleza, a respetarla, a amarla y a encontrar en ella todo lo que necesitaba para el cuerpo y el alma, porque se sentía parte de ella...Hoy el hombre con sus materialismos y avances tecnológicos dista mucho de aquel hombre...Le falta el espíritu de amor a la naturaleza y anda perdido sin meta, ni destino.
    Mi gratitud por tus letras y mi abrazo de luz, amigo.
    M.Jesús

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    1. ¡Qué bien me lees, María Jesús! En ese hombre primitivo está mi padre de los lejanos años 50.
      No sé si nos hemos hecho más amantes de la naturaleza que nunca en la historia, aunque se nos olvida ante un filete, un pollo asado o una ensalada variada. Vivimos una sociedad hipócrita que le ha vuelto la espalda a la vida, olvidando que la muerte es consecuencia de ella y nutriente de otras vidas. No es lícito masacrar, claro que no, pero es imprescindible el sacrificio de animales y vegetales para el sustento del hombre; de ese hombre que usa la naturaleza no para agostarla, sino para conservarla para el presente y el futuro.
      Un fuerte abrazo.

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