Dice Jesucristo: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18, 3). ¿Quién no ha sentido en más de una ocasión la tentación de volverse como niño? A todos se nos ha escapado alguna vez la expresión: ¡quién tuviera 30 ó 40 años menos y lo pasado, pasado!
La foto corresponde a la fuente descrita, pero no aparecen en ella los niños por privacidad. |
Había salido de casa con algunos quehaceres y gestiones que realizar, algunas de las cuales estaban enumeradas en una pequeña lista como auxiliar de la memoria. Regresaba a casa contento, ya que en no mucho tiempo había logrado todo los objetivos propuestos. El día estaba luminoso y la temperatura más que veraniega: 28 grados y escasa humedad en el ambiente. La primavera se ha instalado de repente, sin haberlo solicitado, y antes de tiempo. En los árboles los brotes son ya algo más que yemas y el azahar ya está incipiente en algunos recovecos bien abrigados y guarecidos de los vientos; aún no huele, pero está muy próximo a que se inunden las calle del aroma característico y penetrante. En las terrazas, muchas personas en los veladores, unas con el desayuno y otras con las primeras cervezas; muchos en manga corta y algunas en tirantes buscando los rayos de sol con los que teñir las pieles blanquecinas de encierro; el reloj de la torre marcaba la hora del ángelus.
Al cruzar la Alameda, dos angelitos, escapados o consentidos del cuidado de sus padres, se han descalzado y corretean por entre las cortinas vaporizadas de agua de la fuente, desinhibidos como corresponde a su edad. En más de una ocasión he criticado estas fuentes tan simples y anodinas que parecen lanzar vapor de agua a escasa altura, sin sonido, sin evolución, sin misterio; sólo una especie de vapor frío que la brisa mece a su antojo. Los dos angelitos estaban pingando; descalzos, pero con los calcetines no corrían riesgo de perder el equilibrio. Se les veían felices y sus risas eran audibles a cierta distancia. El periódico se me había hecho insufrible ya en los titulares y en las lindezas que se brindan unos candidatos a otros tratando de conseguir el voto: lo doblé con mimo y lo coloqué en la papelera. El espectáculo estaba servido en la fuente: dos criaturas de unos 4 y 6 años, correteaban por entre los surtidores chapoteando agua a todo placer. En la contemplación me he sentido como niño y he comprendido las palabras de Jesús: para gozar de algo simple, pero extraordinario, hay que desinhibirse, hay que ser como niños.
Ay Francisco ¿y cómo no te metiste en el fregao con los chiquillos?
ResponderEliminarEn la Plaza de las Tendillas hay una fuente como ésa, con numerosos chorros que salen del suelo, y te puedo asegurar que en verano es una delicia pasearse entre el agua.
Un abrazo.
Hermoso relta, yo también me hubiera sentido niña.
ResponderEliminarNo es para menos, Francisco.
Un abrazo.
A falta de construcción ahora nos entretenemos viendo como juegan los niños o nuestros nietos, que tiempo aquellos en que mirando por un pequeño agujero hacíamos de arquitectos, aparejadores, jefes de obra o cualquier otra labor constructiva. Efectivamente, a mi edad prefiero ver a un niño jugar que estar viendo como cargan bloques o moviendo máquinas pesadas.
ResponderEliminarSaludos
Afortunadamente quienes hemos seguido cultivando nuestro interior y tenemos nietos podemos permitirnos ser niños a los ojos de los demás de vez en cuando. Su espontaneidad, creatividad y osadía a veces nos desconciertan.
ResponderEliminarBss
Con lo calurosa que soy, no se si hubiera disfrutado mucho viéndolos, por la envidia de no meterme en el agua yo...
ResponderEliminarSiempre es una delicia ver jugar a los niños y más con el agua. Ello nos retrotrae a lo de pisar los charcos y cantar suspirando por lo más necesario en estos momentos: "que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva..."
ResponderEliminarUn abrazo desde mi mejana
Pues si, tienes razón, y entiendo que el periódico te estorbara y te cansara. Curiosamente a mi y a muchas personas de nuestra edad tienen últimamente la misma sensación, creo que estamos tan pendientes de la política que no vivimos, yo hace ya un poco de tiempo que decidí no saber, no leer y no ver las noticias que nos amargan la vida cada día, me pregunto si sabiéndolo yo soluciono algo, y como obviamente no está en mi mano, como solo soy un mero espectador he decidido desinhibirme como tu dices, adiós a la información, como decía mi madre, quiero mi alma para Dios
ResponderEliminarBsss
Un espectáculo magnífico. Los niños tienen la habilidad de hacernos perder la noción del tiempo con sus ocurrencias, al menos a mí.
ResponderEliminarUn beso
Hoy precisamente cuando compraba el pan una pequeña de muy corta edad me llamaba y me sonreía, algo muy grande que hace mecer lo mejor de nuestro interno,me reclamaba, la hablaba y con amor sencillo, humilde, natural y jovial se despedía de mi.
ResponderEliminarY es que como tu dices no hay nada mejor para perder la tristeza, las sensaciones de malestar por enfermedad, mal día...que la mirada, una sonrisa, el hacer de un niño, lo cura, mejora todo.
Abrazos.
Pues es verdad, hay que ser como niños y vivirlo todo como si fuera por primera vez, siendo capaces de retener esa emoción del descubrimiento y esa ilusión hasta por las cosas más simples.
ResponderEliminarFeliz día, monsieur
Bisous
Los niños son muy ricos. Lo malo es que después crecen y viene la pubertad, la adolescencia... La vida misma.
ResponderEliminarUn saludo.
Es bella la vida asì como tu la comentas!, y la palabra que la fundamenta no podrìa ser mejor, a mi juicio.
ResponderEliminarY realmente que muchas veces, debido al constante bombardeo pulicitario entre otras cosas, nos sutrae de percibir momentos tan sencillos, pero tan aùtenticos, dignos de describir como tu las hecho y desde esa optica, que nos genera bienestar, en donde se genera una sonrisa al corazòn!
Un cordial saludo!
permanezco de antemano
para seguir tu blog con mucho gusto
Que poca cosa necesitamos para sentirnos felices, para deshinbirnos; y todo ello, a pesar de que estemos todo el día enfadados, peleándonos contra el mundo, ¿para qué? Gracias por la anécdota, Francisco. Saludos.
ResponderEliminarDeshinibirse de vez en cuando y volver a ser niños como ayer, es una de las mejores recetas para alcanzar la felicidad. Ese sueño cercano que tantas veces no sabemos ver.
ResponderEliminarUn abrazo.
Nunca deberíamos dejar escapar el niñ@ que llevamos en nuestro interior.Con los años te das cuenta que la niñez eran los momentos más despreocupados y se vivían con intensa felicidad.De adulto las preocupaciones , responsabilidades, te enseñan a ver la realidad de otra manera...
ResponderEliminarUn saludo cordial.
Hola primo!!! A mí también me apetece muchas veces hacer cosas de esas aunque por prudencia (jejejejejeje... más bien por mi edad) no las hago. Los niños son así de transparentes y de sinceros, no tienen tabúes, se divierten con cualquier cosa, su creatividad es inagotable. Un besos muy fuerte desde Cáceres.
ResponderEliminarBuen relato!!!!
No comprendo cómo no he visitado tu espacio antes. Quizás haya sido otro, veremos!
ResponderEliminarMe emociona tu relato. Me vienen recuerdos de mi infancia en una chacra de la Patagonia Argentina, donde agua no faltaba, puesto que estaba en un fértil valle con ríos, arroyos, canales de riego y cañadones ¡Hasta el barro era divertido! Ensuciarse todo para disgusto de mi madre...
Pero las fuentes como la que describes son también de enorme diversión para los niños (y no tan niños, en mi calurosa ciudad). Me encanta tu relato.
Dicen que en cada bebé que nace hay un diminuto anciano adentro, y en cada persona mayor habita un niño. Como un viaje de ida y vuelta...jaja!!!
Saludos y te sigo.