27 enero 2012

ENRIQUE ORTEGA, HIJO DE MANOLO CARACOL

Frente a mi casa, un moderno apartotel que en tiempos pasados fue el Corral de los Chícharos: un patio triangular lleno de macetas a cuyo alrededor están dispuestos en dos planatas los apartamentos turísticos y en otro tiempo los corredores de la extinta casa de vecinos. En la puerta una plaza hace memoria de que ahí nació el insigne cantaor de flamenco Manolo Caracol. A escasos metros, en la Alameda de Hércules su figura en bronce flanqueada por las de Chicuelo y La Niña de los Peines.

Manolo Caracol
Esto me recuerda la difícil continuidad que tienen las dinastías artísticas o visto de otra forma, confirma que el arte es característica personal e intransferible, aunque no sean pocos los casos de relevantes figuras descendientes de una saga artística. He conocido los intentos de uno de los hijos de Chicuelo, también casi vecino, por ser torero y cómo sus sueños se han ido desvaneciendo con el tiempo no por falta de oportunidades.

Eran los años 70 cuando fui invitado a cenar a Florida Park. En esa sala madrileña del Retiro el espectáculo era siempre garantía, si bien no siempre del mismo nivel. En aquella ocasión, además de la orquesta, el plato fuerte era Enrique Ortega, hijo de Manolo Caracol, cuyo físico recordaba tanto al de su padre como la voz, pero no así el quejío flamenco, y es que como decía al principio el arte no se contagia como la gripe o a lo sumo, se manifiesta en cada uno de forma bien diferente. Enrique era un modesto cantaor para tablao que sólo recordaba a su padre en el físico, en el tono de voz y en el apellido.

Cuentan que en cierta ocasión, actuando con su padre en el teatro San Fernando del Sevilla, Enrique tuvo una mala noche, por lo que desde el gallinero le gritaron a Caracol: ¡Manuel, coloca a tu hijo en Agromán, que tú tienes influencias!


11 comentarios:

  1. Qué curiosa anécdota, con razón la cara de enojo y desesperación que muestra la estatua de Manolo, seguro que no se quedó callado ante aquello que le vociferaron.

    En aquellos tiempos debe haber sido un espectáculo de lo más bochornoso.

    Abrazos alados, Francisco.

    ResponderEliminar
  2. Hola Francisco...ciertamente el arte es un don y no frecuentemente se hereda. Encantada de leerte. QDTB, recibe un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Reconozco que no soy muy flamenco, no lo entiendo y, aún menos, conocer ese quejido o el duende.
    Bien es cierto que con compañeros cantaores he asistido a reuniones íntimas donde al final y gran esfuerzo y mucho rogar se arrancaban cantando, ¡amigo!, eso es otra cosa, escuchar flamenco de forma íntima es la leche.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. No, el arte no se hereda, pero algo debe haber en los genes que hace que muchos miembros de una familia lo compartan.

    Saludos Fco.

    ResponderEliminar
  5. Es bueno recordar a quienes nos hicieron pasar buenos momentos Y este cuando lo conservas aún en la memoria seguro que fue estupendo Bss y buen finde

    ResponderEliminar
  6. La crítica tuvo gracia y salero, pero no debió de apreciarlo así el pobre padre, al que imagino sonrojado. Por no decir de qué color debió quedarse el hijo!

    Feliz fin de semana

    Bisous

    ResponderEliminar
  7. Lo cual demuestra, Francisco, que no siempre de tal palo, tal astilla. Llegar a lo que fue Manolo Caracol es mucho llegar, aunque sea su hijo. Saludos cordiales.

    ResponderEliminar
  8. Lo cual demuestra, Francisco, que no siempre de tal palo, tal astilla. Llegar a lo que fue Manolo Caracol es mucho llegar, aunque sea su hijo. Saludos cordiales.

    ResponderEliminar
  9. Los hijos de los genios, muchas veces no logran huir de la sombra de sus padres...

    Feliz fin de semana.

    ResponderEliminar
  10. holas como estas

    lindo e interesant blog che

    bueno che te dejo

    nos vemos suerte

    chau!!!!!!!!!!

    ResponderEliminar
  11. Todos tenemos arte para algo, solo hace falta descubrirlo y siempre es hermoso.

    Abrazos.

    ResponderEliminar