Las apariencias,
ese físico que se despoja,
lentamente,
-de menos a mas-
el declive de la tersura
que no cubren los complementos,
ni disimulan los maquillajes.
Ese hurto lento y lacerante
ante el espejo de los días,
hasta trasparentar la merma
en el agredido paisaje facial,
cuando la piel da silente testimonio
de todo lo que hemos simulado.
La degradación social de lo bello
y el esplendor de lo ruinoso,
el vértigo que visualiza la sima
imposible de superar.
Hay que transitar ese camino
con prosapia, con ternura, sin alarmas
y con total nobleza y sinceridad:
en ello están las huellas de nuestra vida.

Hay que asumir las arrugas, las propias y las ajenas. Es lo que tiene hacerse mayor.
ResponderEliminarUn abrazo.