Cuando ella dio el consentimiento,
seguramente no imaginaba que alumbrar
era retorcerse de amor extremo
y de dolor glorioso y asumido,
echar fuego desde la emotividad
y controlar las llamas desde el corazón,
y desde el diapasón de sus labios y su boca.
Alguien bucea en sus entrañas
y lo que imaginaba caricias son surcos
arando el barbecho que le contrae
su cuerpo entero y sus extremidades.
En la desconocida selva de su interior,
un germen, una criatura que sobrenada
sus cavidades tratando de abrirse paso;
el corazón desbocado y sin riendas,
un desasosiego agitado sus pulmones
y el jadeo incontenible de las convulsiones.
Ya está aquí, ya llega, ya se acerca...
Y el ombligo es, aunque en silencio,
la inquietante alarma que urge a la ebullición,
entre suspiros y agitados quebrantos.
No hay posada, otros se adelantaron
y ocuparon la alcoba donde dar a luz;
de su tripa emergen sueños, delirios
que se hacen surtidores en su boca.
Ya está próximo. Han pasado tan solo
cinco minutos desde las últimas contracciones,
y arriba, en la loma, un cobertizo, un establo,
un refugio de intimidad que invita con urgencia.
Ya está aquí la Luz, ya llega, ya se acerca
el radiante momento. Ven, Señor, no tardes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario