Hay un rostro oculto detrás de las sombras,
alguien que maquina desde el anonimato,
proyecta, calcula, elabora y ejecuta,
alguien que se mueve con soltura y eficacia
deslizándose con eficiente virtuosismo
y sin dejar un ápice de huellas,
tan solo sombras anodinas de sospechas
que difícilmente le pueden ser imputadas.
Conoce la materia, sus fortalezas
y sus fragilidades, conoce el medio
en el que se mueve y conoce la emulsión
con la que desfigurar todos las coincidencias.
Se trata, al parecer, de un as en la manga
que se desplaza con el misterio insondable
de la destreza y actúa desde la recámara;
ni siquiera se sienta en el tablero de juego
y su rostro no ofrece perfil de sospecha.
Pasa inadvertido entre la masa,
no es conocido, todo lo contrario,
porque lo suyo no es presencia activa,
sino veladuras de difusas sombras,
puro accidente que ni siquiera pasaba por allí.

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