El joven Marcelino oía extasiado a su padre cuando le contaba
cómo de caudaloso era el Gran Río y trataba de que le hiciera comparaciones con
el arroyo que pasaba por su aldea, el cual había lugares por los que podía fácilmente
vadear. “¿Como tres veces el arroyo, papá?” El padre trataba de explicarle lo
que es un puente con varios ojos, pero Marcelino no era capaz de imaginar más
allá de dos ojos, siendo consciente de que él sólo conocía la geografía de su
aldea. Marcelino se hizo mayor y fue a la ciudad, donde conoció el Gran Río del
que tanto le había hablado su padre en su infancia y al que nunca supo dimensionar.
Quedó tan maravillado que, en su asombro, no se privó de comentar en voz alta: “¡Ahora
comprendo lo que es la inmensidad!”
Sucedió que un viejo que estaba
cerca de Marcelino escucho su asombro y le dijo: “Joven, esto es un simple río,
la inmensidad es el anchuroso mar”. A lo que Marcelino repuso: “¿Cómo tres
veces el Gran Río?”. “¡Más, mucho más, muchísimo más; el océano es la verdadera
inmensidad!” Marcelino sintió el impulso de conocer y en lugar de regresar a su
aldea quiso viajar al mar. Cuando estuvo en el puerto, sus ojos, maravillados,
no eran capaces de asimilar la anchura que se abría ante él hasta el horizonte,
donde pensó que todo acababa. En eso le preguntó a un viejo marinero si en
aquella línea del fondo, donde el cielo se junta con el mar, es donde se acaba
todo, y éste le contestó: “No jovencito, lo que ves es sólo lo que te permite
tu vista; el mar llega muchas millas más allá de lo que puedas imaginar”.
De regreso a casa, ayudó a un
viejecito ciego a subir al autobús y compartieron la misma fila de asientos. A
poco, el joven Marcelino le estuvo explicando al ciego que había conocido el
mar y todo el proceso que había seguido hasta concebir lo que es la inmensidad.
Entonces el ciego le dijo: “Joven, aun más inmenso que el mar es el cielo, pues
éste cubre todo el mar y hasta todos los ríos y la tierra; pero sucede que de
día no podemos apreciarlo porque el sol nos impide la visión y de noche porque
la oscuridad no nos deja ver más que centenares de puntos luminosos, que son
las estrellas”. “Pero, ¿usted lo ve?” —le preguntó Marcelo— “Lo veía antes de
quedarme ciego.” Cuando Marcelino llegó de nuevo a su aldea, le explicó a su
padre todo lo que había conocido y le preguntó: "Entonces, padre, ¿cómo será la inmensidad del
Creador?"
Maravilloso universo todo un mundo por descubrir...
ResponderEliminarMe ha gustado leer tu post tiene mensaje divino.
Besos de MA y mil gracias mil por tu huella bloguera en El blog de MA.
Qué bonito relato. Es como una de esas muñecas rusas, pero al revés. Va de lo más pequeñito a lo más grande, tan grande que se hace infinito.
ResponderEliminarBuenas noches
Bisous
Lo importante es valorar lo pequeño, que al fin y al cabo es lo cercano, lo creado a la medida del hombre.
ResponderEliminarUn abrazo Francisco.
Conforme vayamos adquiriendo más conocimientos irán apareciendo más cosas que desconocemos. Siempre tendremos algo por alcanzar.
ResponderEliminarUn saludo desde mi mejana
Hola Francisco...excelente relato, me gustó mucho. Ciertamente es imposible para la limitada mente humana, imaginar siquiera la infinitud de Dios. Es un placer leerte, recibe un fuerte abrazo.
ResponderEliminarSeguro que para los católicos la inmensidad quedará marcada por su fe, para aquellos no creyentes, esa inmensidad se entenderá al mundo de la imaginación y de los sueños.
ResponderEliminarUn hermoso relato. Un abrazo
inimaginable
ResponderEliminarbesos
Poco a poco, y a medida de ir creciendo, vamos descubriendo infinitas inmensidades, como le ocurrió a Marcelino. Lo que resulta más dificil de descubrir es la inmesidad del Creador. Felicidades y un abrazo.
ResponderEliminarPues...como el Sánchez Pizjuan, más o menos.
ResponderEliminarUn saludo.
Marcelino encontró la inmensidad; y que inmensidad. Bellísima reflexión; Saludos feriales, Francisco.
ResponderEliminarBuen relato.. un saludo.
ResponderEliminarEn encontrar la inmensidad de las cosas sin importar su tamaño está el arte de ser feliz.
ResponderEliminarUn abrazo.
Valorar las cosas en su justa medida y saber apreciar el valor de las pequeñas es a veces,tanto o mas dificil, que saber valorar las grandes.
ResponderEliminarUmmm la inmensidad es la suavidad de tu relato,su frescura.. y la bondad.. de amar..
ResponderEliminarUn besazo querido amigo
¿Cómo será? Nadie sabe ni los científicos a pesar de las miles de explicaciones y teorías abarcar con la mente la inmensidad del Universo, ni tan siquiera lo pequeño.
ResponderEliminarIntento disfrutar delo cercano, inminente y que está a mi alcance que no es poco. Aunque el relato es sencillo y poético.
Bss
No creo que nadie pueda reflejar con exactitud lo que significa inmensidad,pero tu emotivo cuento,nos ha acercado un algo más a ella.
ResponderEliminarY más besos.