Con los años,
la velocidad es añoranza
que con cadencia y parsimonia se acompasa
a la música del presente,
como hilo conductor que ralentiza,
y hasta bosteza
los movimientos repetitivos
cual ejercicios gimnásticos.
Conociendo el final,
¿para qué las prisas y el vértigo?
El ojo mira, percibe, hace por memorizar,
pero el resto de miembros no están lubricados
y algunos hasta han olvidado la función
para la que fueron creados.
Se resisten, pero no son díscolos,
aunque han perdido la marcialidad
y han vuelto a esa otra infancia
donde se ha excluido lo espontáneo
y ha tomado posesión de privilegio
lo timorato e inseguro.
Al fondo una curva más,
un recodo que no deja ver el mañana,
pero al que habrá que afrontar
con todas nuestras escasas energías...