24 septiembre 2024

LEER EN LA CALLE

 



Al volver la página

una pelota me impacta en una pierna

y se me cae el libro de las manos,

un niño sudoroso me pide perdón

con la boca pequeña y sale corriendo.


No es difícil leer en la Alameda,

lo complejo es sacudirse

del murmullo y la agitación

de ese mundo paralelo

que parece inexistente

cuando leo en casa,

encapsulado en un ideal inexistente.


Bicicletas y patinetes

al libre albedrío de la jungla,

aunque desplazamientos ágiles para otros.

En las terrazas se escancia

en cantidad y velocidad inusitadas.

Un escote generoso tiene por misión

mostrar el laberinto

donde los tatuajes desamortizan lo físico.

Dos chicas caminan amorosamente de la mano

y unos mayores las miran con añoranza.

Un malabarista inexperto

ensaya su soñado debut en el circo,

mientras en un banco cercano

descansa un pordiosero, su hatillo y su perro…


Vuelvo al libro;

no encuentro la página

y me voy de nuevo al comienzo

del capítulo cuatro: Seamos epicúreos.

8 comentarios:

  1. No leo en la calle, aunque muchas veces me entran ganas de salir al parque que hay junto a casa y llevarme el libro, es un parque que solo está concurrido a la hora de pasear a los perros.
    Un abrazo.

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    1. Habitualmente tampoco lo hago, pero sí algunas veces sí y llego a aislarme del mundanal ruido.
      Un abrazo.

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  2. Leer en la calle, es complicado. Demasiados distractores, que sin el libro son muy entretenidos.
    Besos.

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    1. Sí es cierto, pero no es imposible. A veces lo hago, Sara.
      Un abrazo.

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  3. No te habrás concentrada en la lectura, pero todo esto te ha servido para una buena inspiración, que has plasmado ahora en tu escrito.
    Un abrazo.

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    1. Tienes todita la razón, Antonia. A veces veo alguien con un portátil encima de un velador y junto a una cerveza. ¿Quién sabe? Quizás esté hasta teletrabajando.
      Un abrazo.

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  4. Me encanta leer en la calle: jardines, cafeterías, colas, bus....
    El "no silencio" me hace saber que estoy rodeado de vida.

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    1. En el autobús siempre, Tracy. Creo que es cuestión de costumbres.
      Un abrazo.

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