Llegamos a la estación de Málaga
a paso discrecional;
en la Caja de Reclutas
intercambiamos nuestros
miedos
por un saco petate de
tercera o cuarta mano
y una manta donde se habían
arropado
no se sabe qué cantidad de
cuerpos.
Las letrinas de la estación
eran un simple ensayo
frente a lo que nos
esperaba.
El convoy echó a rodar
poco después del ángelus
de aquel lejano septiembre;
las uvas sesteaban en el
pasero
y los campos se agostaban
a la espera de las primeras lluvias.
El viaje carecía de
aventura:
íbamos como corderos
llevados al matadero,
bajo disciplina y conteo
permanente;
sudorosos, apiñados, sin
prisas
y mucha pausa acompasada a
los gemidos metálicos.
La incomprensible cortesía
cedía el paso en apeaderos y
vías muertas
a correos y mercancías.
Pasada la hora de retreta,
en el silencio cuartelario y
en penumbra,
llegamos a un cuartel de
Córdoba,
desde donde reiniciaríamos
viaje
a la mañana siguiente.
En el ensombrecido comedor
nos esperaba algo que no
emparentaba sin rechinar
a una tortilla de patatas
fría
y elaborada con escasez de
todo,
salvo de patatas.
Se había hecho el silencio
y,
al descalzarnos,
el aroma a pies engoló la
voz
hasta lo inusitado del
sopor.
Al día siguiente, una nueva
jornada
de parsimonioso chachachá,
con Almería como destino
intermedio
y Sidi Ifni como meta final.
¡Qué tiempos! Aquello era una especie de pequeña deportación, un secuestro temporal legal. Afortunados los jóvenes de hoy. No saben lo que se perdieron. Tengo el frío de diciembre de Colmenar Viejo metido todavía en el cuerpo.
ResponderEliminarUn saludo.
Lo describes tan bien que hasta acá me llego el olor a pies. Pobres soldados. Saludos amigo.
ResponderEliminarVarias generaciones pasaron por eso. Gente había que decía: en la mili te harás hombre.
ResponderEliminarNunca entendí el porqué.
De lo malo también se aprende. Y de la disciplina también. Mucha juventud de hoy, pasota, indisciplinada, egoísta, más amiga de trasnochar que de buscar curro por el día, aprenderían sin duda, a apreciar lo que desperdician. Otros, afortunadamente, no son así. Y es que, como toda moneda, tiene su cara y su cruz.
ResponderEliminarDesconocía este episodio...Me contaron el paseito de mi padre desde Barcelona hasta, no se. MI madre cuenta que al visitarlo, el tren pasó por Despeñaperros.
ResponderEliminarPero mi padre no era recluta. Fue a la guerra, y volvió esquelético y de malhumor.
Eran tiempos muy difíciles,
Cuentas cosas muy interesantes, siempre.....
Abrazos.
Ay, que bien escribes sobre esos tiempos. Lo pasaron mal, se entiende como prisioneros, pero supongo que hacían el servicio militar. Da igual. Pienso que los jóvenes de hoy deberían hacer trabajos sociales, como cuidar plazas, ayudar a las fuerzas armadas en lo que sea, etc., no vagar como hacen muchos. Y deberían estar preparados para la defensa porque quizás no haya muchos voluntarios.
ResponderEliminarMis dos tíos murieron muy jóvenes en la primera guerra mundial. No estaban preparados y desaparecieron a los pocos meses. No hubo tumba para recordarlos y rezar, nada...salvo unas medallas y el agradecimiento del rey en unas tarjetas.
Gracias por compartir esos dolorosos recuerdos. El resultado ha sido un caballero, gran poeta y persona. Felicitaciones.
Cuantos recuerdos y anécdotas tenéis los hombres que habéis hecho la mili...he vivido en un cuartel y he visto la llegada de bastantes reclutas y cómo hacían la instrucción, maniobras y aquellas canciones que cantaban cuando iban de marcha etc. Saludos
ResponderEliminarParece que iba yo en el convoy, de lo bien descrito que está.
ResponderEliminarUn abrazo
He estado en esa estación, unas cuantas veces. El panorama que yo he vividoo en ella, es bastante diferente al que describes en tu escrito.
ResponderEliminarEl recorrido en AVE , es una maravilla. Ahora se llega desde Cordoba, en una hora ya algunos minutos, eso es cogiendo el AVANT. En el AVE, se echa menos.
Besos
En tu buen relato danza una tristeza y una nostalgia...La vida nos depara muchas experiencias que son lecciones para aprender. Fueron tiempos difíciles, que templaron el espíritu y lo prepararon para valorar las cosas buenas que la vida hoy nos depara. Hoy no todos los jóvenes saben hacerlo, no han conocido escasez, sacrificio y penalidades, Francisco.
ResponderEliminarMi abrazo y mi ánimo siempre.
No me gusta ver esos convoyes. Me traen malos recuerdos de otros tiempos que guardo en el subconsciente y no me gusta que afloren. 😘
ResponderEliminarDifícil y muy sufrida esa tarea de servir a la patria...
ResponderEliminarUn abrazo.
Que bien escribes! Me he sentido casi casi viajando contigo
ResponderEliminarQué descripción fidedigna de épocas duras donde seguramente a pesar de todo la misma escasez y penurias uniría en amistad a muchos. Abrazo.
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