El número de arrugas les asemeja,
como también la variedad de achaques
y las pautas farmacológicas:
una panoplia de tamaños y colores .
Un número indefinido de butacas,
-encadas frente a frente-
en la afonía de un mundo de silencio,
interrumpido por una salpicadura
de quejas tenues y lamentos,
como ecos resignados
que se diluyen hacia la nada.
Un televisor habla para nadie
y todos miran sin ver ni escuchar;
uniformidad salpimentada
de algún bostezo o lágrimas,
murmullos esporádicos y sonoro silencio
tan efectivo como desgarrador.
De pascuas a ramos, una visita,
y en la desmemoriada libreta
de las anotaciones trascendentales,
las numerosas visitas fallidas,
los borrones y tachaduras,
las desilusiones y las páginas en blanco
de la desesperante espera.
Algunos atrincherados en el olvido
y otros deseando olvidar, como ungüento
y alivio de su apartamiento.

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