Mis ojos localizan, ven, admiran,
copian, imitan, recorren los contornos,
se extasían con el brillo y los colores,
pero no alcanzan el conocimiento;
como periféricos, no interiorizan, no calan
y tampoco saben objetivar la médula.
Tratan de repetir todo lo recepcionado,
pero son incapaces de imprimir
la cadencia de tus caderas al andar,
la ternura de la madre que amamanta,
peritar la melancolía de los meandros del río
ni la rendición de pleitesía por parte de los juncos;
tampoco calibra la umbría atribulada del bosque
en su afán de esbeltez, como también fracasa
cuando se desesperan por transmitir
la comunicación silente de dos enamorados.
Lo han visto casi todo
y todo lo atesoran en una maqueta silenciosa,
mas son mudos o no saben responder
cuando se les pregunta.
Mis ojos, quizás también los tuyos,
solo saben atesorar gozos y quebrantos.

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