Me devuelve la mirada
con reflejos que me resultan inquietantes,
por eso no reconozco esa niebla rasgada
que me llega de espaldas y me despista.
En el espejo, todos los interrogantes:
las búsquedas, las sorpresas, las inquietudes
lo encuentros felices y los otros encuentros;
las miradas de cuantos se han mirado en él
y el bisel que le pone límite espacial
y cierra el contexto sin resolver las incógnitas.
En la distancia, las rojeces, las espinillas primeras,
la pelusilla insipiente y los primeros afeitados,
el viraje de niño hacia adulto que todo lo trastoca,
sin modificar por ello la esencia…
En el espejo, la correspondencia genética
de las semejanzas, los parecidos al entronque
y también las salidas de tono fuera del marco.
El espejo, ese libro de páginas en blanco
que memoriza el transcurso de la vida,
en el que podemos cambiar la mueca,
pero no así distorsionar la imagen
cuajada con coraje a lo largo del tiempo.

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