El porvenir de un octogenario,
-además de limitado-
está jalonado de sobresaltos:
incontinencias,
urgencias sanitarias,
noches insomnes
y sobremesa de bostezos.
Es un vivir anillado a los recuerdos
y sobrepasado por las nuevas tecnología,
un caos ininteligible
de comprensión dificultosa,
pero no alienante.
Nunca resultó fácil vivir,
pero este mayor
tiene experiencia acumulada
para sobreponerse con talento
a los numerosos baches del camino.
El porvenir del anciano
está bajo mínimos
y se resuelve mirando hacia atrás,
es reconciliarse con el mundo
y perdonar para ser perdonado.
El del nieto, atarse los machos
y emprender el camino.