Imagina un mar de olivos,
una sucesión repetitiva de olas verdes
como cerros delineados
por encima del horizonte;
son troncos que se aferran
sin desdibujarse
y se alinean con los que le preceden.
Imagina ese mar de copas oleosas
asidas al paisaje anticipando el sabor.
Imagina la torva permanentemente llena,
imagina las muelas,
el roce triturador de las piedras.
Imagina el aroma, la prensa
y la decantación del oro líquido,
no apartes la mirada de la borra,
del orujo, el alpechín o el decantado;
imagina también el esfuerzo,
la sosegada espera
de una nueva campaña,
la belleza de ese ejército alineado,
la dura faena de la recolección,
los detritus y el extracto glorioso,
enseña gloriosa en la almazara.


















