Hay una Sevilla en mi memoria de niño
transferida por mi padre soldado.
Hay otra más vivaz, aunque lejana
de la que ya puedo dar pinceladas
con mis propios pinceles y acuarelas,
y revivir aquella ensoñación radiante
desde el Puente de Barcas
hasta Sierpes y las Siete Revueltas.
La cicatriz de la memoria
se me hizo melancolía
y nunca pude ratificar las luces aprendidas
ni asimilar los socavones en experiencia ajena.
Hay otra Sevilla de mi día a día,
de la rutina de lo cotidiano,
de una estancia sin caducidad
y de su huella indeleble.
El azar, el infortunio de romper la mayor
e izar el trinquete con la gallardía
de un último cartucho y hacer diana.
Como el cuchillo de luz
de cada atardecer
no saja las sombras en partes iguales,
así tampoco hay dos versiones idénticas
de una misma cantinela.
En este caso, canción de amor,
pues de amor y otras vicisitudes
es la trabazón de esta ciudad en mi vida.
Ese es el problema de Sevilla, que se cree el centro del Universo, su comportamiento con el resto de ciudades andaluzas es más que reprobable.
ResponderEliminarUn abrazo.
Según evolucionamos asi son las perspectivas de la vida, que van cambiando, aunque siempre conservemos en la memoria las más entrañables, Francisco...De todas formas Sevilla se mire por donde se mire sigue siendo mágica, bella y amorosa.
ResponderEliminarMi abrazo entrañable por poeta y sevillano, amigo.