Dime que sí,
afírmame con un gesto,
con un guiño,
o con una única sílaba,
y recogeré para ti un cesto repleto;
el castaño sentirá la gracia de su don
y de serte útil con su encarcelado fruto,
y también yo ofreciéndotelo.
El viento de octubre es caricia
que silva armónicos
entre las ramas y las púas aceradas,
esas que guardan celosas sus dádivas
e invitan a la cercanía
y a crear vínculos de pertenencia.
Dime que sí,
un sí rotundo,
a ser posible sonoro,
y daré mi empeño por colmado,
pues tu contento es mi dicha y mi alegría.
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