En mi niñez, la luz
eléctrica
era un bien que no alumbraba
todas las sombras. Quizá por
eso,
recuerdo en la mesita de
noche de mi madre
una palmatoria de bronce
con la que mi hermano y yo,
a hurtadillas,
descubríamos tesoros inefables
a los que se llegaba por el
pasadizo
secreto de lo mágico.
En la pirueta del vivir
cotidiano,
nos rodeamos de cosas
inútiles
y ocasionalmente de útiles
en desuso
sobrepasados por la vanguardia
de los días,
pero a los que nos vinculan
las historias vividas o
soñadas,
esas que no resultan nada
fáciles descartar
de entre los cachivache de
la inutilidad.
Vivimos sueños y soñamos
vidas que son como sueños,
en especial cuando un
elemento material
ayuda a nuestra mente
a bichear por los corredores
inmateriales
que socorre nuestra sed de
fantasear,
fondeando el ancla en la
bahía de la infancia.
Yo tengo la palmatoria de casa de mi abuela, con la que se paliaban los frecuentes cortes de luz, ¡ qué tiempos...!
ResponderEliminarLo curioso es que algo bello tiene en todo instante la vida, Tracy, tanto que nos hace añorar o recordar con cariño los tiempos que se fueron.
EliminarBesos.
A mí me pasaba algo parecido con la luz pálida del carburo.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Lo curioso es cómo se le toma aprecio a esas cosas, a veces inservibles, que manejamos en el mundo de la infancia y que tan frecuentemente usamos para inventarse otro menester para el que verdaderamente no sirven.
EliminarUn abrazo.
He visto palmatorias en casa de pequeño y también velas, pero no recuerdo que la luz se fuera más que lo hace hoy, puede que uno no quiera recordar las cosas feas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo que sucede, Emilio, es que no todos nos fijamos en las mismas cosas. Yo sí recuerdo de pequeño que de vez en cuando había un corte de luz, en especial los días de tormenta. Un tío de mi padre era el encargado de la central eléctrica y allá que salía a recorrer la línea hasta dar con la avería.
EliminarUn abrazo.
Recuerdo esa palmatoria, de pequeña. Recuerdo haber pasado un fin de semana en una casa de campo en donde aún no había luz eléctrica y de noche se encendía esa palmatoria y entonces sentía cierto miedo, la verdad es que después de ese fin de semana ya nunca quise pasar una noche en el campo.
ResponderEliminarBesos
Las personas tenemos miedo a lo desconocido, por eso es muy importante cuando niños ser ayudados a comprender que todo lo que sucede es falta de luz, para que así podamos vencer los miedos. Lo curioso es cómo unos objetos traen ensartados ciertos recuerdos del ayer.
EliminarBesos.
Esa palmatoria es inolvidable...Me recuerda a mi madre en los días de tormenta, que se iban las luces del pueblo...Aún la conservo y realmente es entrañable e imperecedera.
ResponderEliminarMi abrazo y mi cariño.
M.Jesús
Cuánta similitud entre los pueblos de aquella España. Muchas gracias, María Jesús.
EliminarBesos.