A
Tracy, como percha para sus recuerdos.
Recordaba los brazos de la
abuela
como el rescoldo donde
sentirse a salvo,
la dársena en la que
refugiarse
de la tempestad de los
miedos nocturnos
y dormirse arrullada por
cuentos
en vez de padecer los hielos
de aquellos duros inviernos
en el desangelado caserón
familiar.
Todos sus placeres se los
adjudicaba a la abuela,
cada uno de aquellos
momentos dulces
que conformaba el álbum de
su infancia,
por eso no entendía
que la gente hablara de sus
mayores
como antesala del gran
derrumbe de la partida.
Pasados los años, descubrió
en el desván
un extraño artilugio de
metal
con el que la abuela ─le contaron─
solía planchar la cama cada
noche.
Ahora es ella abuela y
brazos amorosos,
pero no necesita de esa
reliquia para hacer
que su nieta duerma cada día
en el paraíso.
Cuando las camas eran neveras, esos artilugios eran un pedacito de paraíso dentro del crudo invierno.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Cuando no había en las casas medios para calentarse y desnudarse u¡y meterse en la cama era casi un atentado contra sí mismo, Cayetano.
EliminarUn abrazo.
Magnífica y entrañable poesía, como una abuela no hay nada, quieren a sus nietos con el alma.
ResponderEliminarYo recuerdo a mi abuela cada día: sus mimos, sus cuentos interminables, su pecho en el que refugiarme...
EliminarBesos.
Excelente! Como extraño a mi abuelita! Saludos
ResponderEliminarCelebro que así sea, Jackie. Las personas que ha recibido mucho amor también saben darlo.
EliminarUn abrazo.
Hace unos días vi en la televisión preguntar a gente joven que era ese utensilio, se lo preguntaban a gente de Madrid jóvenes y menos jóvenes, muy pocos dieron con la respuesta correcta de que era un calentador de cama. Son cosas que ya ni están en la memoria de la gente.
ResponderEliminarUn abrazo.
En verdad es tanto lo que ha avanzado la vida en los últimos 60 años, que no es de extrañar que los jóvenes desconozcan muchas cosas de aquellos tiempos.
EliminarUn abrazo.
He retrocesido en el tiempo Francisco... mi abuela,también utilizaba ese brasero planchador, que convertía la cama en un nido lleno de calidez. Los tiempos han cambiado mucho, pero estas pequeñas cosas llenas de ternura, nos hacían un mundo lleno de cariños y besos.
ResponderEliminarUn abrazo con cariño.
Ángeles
Todos hemos retrocedido en el tiempo, Ángeles, también yo cuando trataba de escribirlo. Llegada esta edad, lo que más apreciamos son esas cosas que carecen de valor económico.
EliminarUn cariñoso abrazo.
Hola Francisco. Yo no lo he llegado a utilizar. Tengo una tía que lo tiene porque antes lo utilizaron. Ahora el más y el menos tiene calefacción y la cama está calentita.
ResponderEliminarAbrazosssssss
Yo tampoco lo usé nunca, Isa, pero lo he visto en aquellos años.
EliminarAbrazos.
Veo ese calentador y es muy antiguo y bello, Francisco...Puedo recordar un tumbillo de madera con ascuas, que mi madre utilizaba en la casa del pueblo cuando éramos pequeños...Todos estos artilugios conservan historias vivas y entrañables, que merecen nuestro homenaje y respeto.
ResponderEliminarMi abrazo y mi cariño.
M.Jesús
Tú, María Jesús, nos aportas otro nombre por el que era conocido. Imagino que por las tierras manchegas serían de uso muy común, no tanto así por la baja Andalucía. Muchas gracias por tu aportación.
EliminarBesos.
Siempre recordé a mi abuela con cariño, pero ahora que soy abuela la recuerdo mucho más, incluso la hecho en falta.
ResponderEliminarEs fantástico como haces bellas poesías de todo. Un abrazo
Así nos sucede a todos, que valoramos el papel de quienes nos precedieron cuando nosotros pasamos por ese estadio. Todas las cosas tienen su belleza, no hay más que mirarlas con cariño para descubrirlas.
EliminarUn abrazo.
¡Qué emoción me ha dado encontrarme con tu poesía dedicada a mí y al mi abuela!
ResponderEliminarYo lo tengo colocado en una pared de mi casa como un homenaje a ella y ahora voy a unirle tu poesía.
Creí que habñabas en broma suando me dijiste que eligiera algún objeto, ya en desuso, para loarlo; pero ya veo que iba en serio y además con rapidez.
Un millón de gracias, me has emocionado.
Un abrazo fuerte.
Te esperaba, querida amiga Tracy, y me ha hecho mucha ilusión tus palabras y que quieras conservar este poema junto con tus recuerdos de la abuela. Gracias a ti.
EliminarUn fuerte abrazo.
¡Y lo calentitas que estarían las sábanas! Cómo dices, afortunadamente hoy en día muy pocos tienen que usan este artilugio o semejantes, como las bolsas de agua caliente. Será el cambio climático.
ResponderEliminarAbrazo!
El cambio climático es una realidad incuestionable, pero el desuso se debe más al mayor confort de nuestras casas, a la calefacción y a las mantas eléctricas.
EliminarUn abrazo.
Que bonito poema para Tracy y su abuela y para esa reliquia que ella utilizaba con amor hacia su nieta.
ResponderEliminarMe ha encantado y veo que a ella también.
:)
Besos para ambos.
¡Cuánto tiempo, Maribel! Gracias por este encuentro y por tus palabras. Mi afecto para siempre.
EliminarBesos
Ahora ya no hay que calentar las sábanas en invierno, el uso de las sábanas de franela y la calefacción, hace que las sábanas estén caliente y la habitación ambientada.
ResponderEliminarLas abuelas siempre han tenido un gran protagonismo en la vida de los niños, ellas se desviven por ellos y los niños la adoran.
Besos
Afortunadamente tenemos casas más confortables, de ahí que ahora sea sólo recuerdos.
EliminarBesos.
Qué maravilla de poema! Además no conocía ese artilugio tan bonito y tan útil. Gracias. Abrazo
ResponderEliminarMe alegra saber que he descubierto algo que no conocías. Gracias por tus palabras.
EliminarUn abrazo.
No tuve la suerte de conocer a mis abuelas, yo fui la menor y ya no las alcancé. Pero mi madre llegó a plancharnos la cama, de lo abnegada que era. Con todo y que la casa siempre la mantenía muy calentita. Qué no hizo por mimarnos. Como todas las madres santas de antes.
ResponderEliminarFeliz Navidad, Paco. Un gran abrazo de anís estrella.
Perdona por no haberte dado respuesta antes. Lo cierto es que las caricias que recibimos siendo niños no se olvidan de por vida.
EliminarBesos.