Botijo y cántaro tenían su
alma líquida
y sus panzas sudorosas;
un sudor del reposo
con el que conservar fresco
el contenido,
a la espera de darse con
generosidad
y saciar la sed de toda la
familia.
Pequeños aljibes de barro que
se nutrían
─fundamentalmente─
del esfuerzo de la madre
o de las niñas que
comenzaban a mocear.
En el pueblo no había red de
alcantarillado,
pero “Los Chorros” corrían imperturbables
desde siempre y con vocación
de permanencia.
¡Paquito, ve a por un búcaro fresquito,
que vamos a comer!
La plaza era un trasiego de
niños que juegan,
madres que van y vienen
sobre el agua
y acémilas llevadas a
abrevar.
En cubos de zinc, las aguas
negras eran devueltas al río
para completar el ciclo que
hoy oculta el subsuelo.
En mi memoria no circula la
añoranza
─salvo de las personas─
pero sí el recuerdo de un
tiempo dulce de infancia.
Este fin de semana, haciendo uno de esos senderos que recorremos, en el pueblo de Lanjarón pude ver a mujeres recogiendo agua de las múltiples fuentes que manan por el pueblo. Son imagenes que la modernidad las hace raras.
ResponderEliminarSaludos
Gracias, Emilio, por tu comentario, el cual me desvela cómo tendemos a pensar que en todas partes la vida transcurre del mismo modo y no es así. Aunque el primer mundo se halle en la "Era de las Comunicaciones", hay sociedades en otros rincones de la Tierra que no han llegado ni siquiera a la Edad Media. Lo mismo pasa en nuestro país de unos puntos a otros, a pesar de la uniformidad que lleva la televisión.
EliminarUn abrazo.
Memoria de lo que fuimos. Cuando se es joven se ve todo de otra manera. Y esa imagen queda en el recuerdo.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Es evidente que hay una visión de joven y otra visión de mayor para el mismo objeto, Cayetano. Ahora se recuerda aquellas cosas que desaparecieron como partes integrante de lo vivido.
EliminarUn abrazo.
Qué maravilloso recuerdo! Imágenes imborrables dela memoria y del corazón. Beso.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Rosa maría.
EliminarBesos.
Que bonito es recordar! Saludos!
ResponderEliminarY más bonito todavía cuando esos recuerdos mueven los recuerdos de otras personas. Muchas gracias, Jackie.
EliminarDe nuevo muchas gracias.
ResponderEliminar¡Qué bonito lo haces y qué prestancia le das a objetos tan humildes como puede ser un cántaro o un botijo!
Hoy no se ve la importancia que tenían, que era mucha, en el trajinar de la vida diaria de aquellos tiempos.
Estos poemas deben estar en un museo junto a los objetos que describes, para que no se pierda en la memoria de los tiempos.
Un abrazo fuerte.
Mil gracias, Tracy, por tu entrañable comentario. No sé si estos poemas serían meritorios de formar parte de ese etnológico, pero mi iniciativa es la de hacerlos vivir entre "mi gente", aquellos que me siguen como es tu caso.
EliminarUn fuerte abrazo.
Era una gran solución, para aquellos tiempos en que no se había inventado el frigorífico, para mantener el agua fresca en esos días de calor afixiante.
ResponderEliminarBesos
Era una larga tradición histórica que convulsionó afortunadamente en los años 60 del siglo pasado con la canalización de agua potable a los hogares y otros bienes de consumo que nos sacaron de aquel estilo de vida.
EliminarBesos.
Es espectacular está entrada.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
Muchas gracias, Sara, por tu opinión.
EliminarBesos.