04 agosto 2018

AL CAER LA TARDE





Al caer la tarde, como cada día,
la recuerdo sentada en una silla baja de anea,
a la puerta de su casa. Al encuentro
acudían otras vecinas, cada una con su labor.
Ella tejía crochet
con la misma habilidad
que un músico interpreta sin partitura
la melodía de su canción fetiche
o el mulo se unce a la sementera
sin necesidad de pautas del gañán.
El sol ya sólo iluminaba el Chifle,
próximo a ocultarse.
Hablaban de todo, cada una en su tarea,
pero siempre de las mismas cosas
como derivadas de un mismo ovillo.
Iba vestida de negro y éste cubierto
por un delantal de pequeños cuadros grises,
de cuyo bolsillo surgían prodigios
con los que agasajarme.
Tanía la piel rosada y el pelo de nácar
como la fotografía de sus padres
que presidía el comedor.
En su impronta, además de la dulce sonrisa,
rompía el rigor del luto eterno
el delantal descrito y el rodete inmaculado
en el que se recogía el pelo
con una peina de carey.
De los muchos mimos recibidos
en mi infancia, ella, mi abuela,
la portentosa artífice de mi felicidad.

6 comentarios:

  1. Me llega mu adentro, la descripción de tu abuela y me trae recuerdos de mi abuela,también haciendo crochet y tomando mate y mi abuela no vestía de negro, eran ya otros tiempos.Me la imagino hermosa a tu abuela.

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    1. En mi caso ha sido la emoción de los recuerdos, Cristina. Muchas gracias por tu comentario.

      Un abrazo.

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  2. Al iniciar tu poema he recordado a mi abuela entre lágrimas, y al terminarlo he roto a llorar de puro agradecimiento porque he visto a mi abuela en cada uno de esos versos y esos detalles del pasado. Gracias.

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    1. Lo que tú describes, Sechat, me sucedió a mí al escribirlo. ¡Bendito todo aquel que se emociona recordando a sus mayores!

      Un abrazo.

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  3. Todo un homenaje a nuestras raíces, Francisco...Llevamos mucho de nuestros abuelos, ellos se recrean en nuestra piel y en nuestra palabra...Tierra y cielo unidos siempre.
    Espero que estés pasando un buen verano, pronto refrescará.
    Te dejo mi abrazo y mi cariño, amigo.

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    1. Muchas gracias, María Jesús, por tus palabras. Recibí tanto cariño de ella como me gustaría dejar en mis nietos. Cada año que pasa se nota en el cuerpo, pero no tengo motivos de quejas, sino para dar gracias a Dios por mi vida.

      Un fuerte abrazo.

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