Mi prima María está al
piano,
descortezando sensibilidad
con sus dos leves manos
posadas sobre el teclado;
son dos palomas blancas
que sobrevuelan sobre
blancas y negras
al ritmo aritmético de la
música.
Imagino su espalda enhiesta
y sus brazos como articulados
a la esbeltez de su torso;
por la ventana salen ecos
pautados
en el atardecer de Varsovia:
es Frédéric Chopin que toma
vida.
No sé decir cuál de los
nocturnos,
pero me suena a Rubinstein
con acento de la Axarquía.
Es hora de estudio. Para
María
casi todas las horas del
reloj
son horas de estudio,
tal como tiene asimilado
desde niña.
Apenas mira la partitura,
pero no falta en el atril
como tampoco nunca
se le desdibuja la sonrisa.
Un don y muchísimo trabajo detrás que no se ve.
ResponderEliminarUn abrazo, Paco.
María siempre supo que que quería llegar en la música a lo más alto. Tras su licenciatura en España, se marchó a Varsovia con la fe y la ilusión puesta en el Instituto Chopin y allí desarrolla su perfeccionamiento y estudios con brillantez. Desde bien pequeña, no deja de estudiar cada día.
EliminarUn abrazo.
Que armoniosa y bellamente nos describes a ese delicada criatura y con ella a la música que llena el alma de paz.
ResponderEliminarUn abrazo amigo Francisco.
Ambar
Muchas gracias, Ámbar. Ella es esa criatura deliciosa de la que uno quisiera ser por ejemplo padre en lugar de primo.
EliminarUn abrazo.
Yo estudiaba piano, me encantaba, notas brillantes, pero era muy niña, fui al cole de monjitas y al enterarse de mis notas en musica aconsejaron con animo de imposicion a mi mamá, que para evitar que presta mas atencion a la musica que a los estudio, mejor aparcarlo, y cuando fuera mayor podria seguir
ResponderEliminarMis lagrimas cuando veia un piano no tengo palabras
salud
Los padres siempre tratan de hacer lo que creen mejor para sus hijos, pero es obvio que no siempre aciertan. Espero que le hayas perdonado ese desvelo equivocado por ti que te sacó de la música.
EliminarBesos musicales.