Sobresalía en medio de la multitud,
con sus dos ventanas azules de par en par
y el talle y las caderas marcando el ritmo;
se aceleraba y se dislocaba mi corazón,
sentí un sofoco que no supe a qué achacar.
La plaza era un hervidero, pero ella
desplazaba todo a su alrededor
con la misma inercia que un buque
hunde su quilla separando las aguas.
Nunca supe quién era, tampoco
podría referirme a ella por su nombre,
pero su electrizante mirada y su porte
era esa tarjeta de visitas que jamás se extravía
entre las mil y más miradas del paseo.
Esto sucedió hace mucho, pero nunca
fui tan gravemente herido hasta el disloque
como en esta ocasión que no se datar,
aunque tampoco he logrado olvidarlo.
Amor a primera vista.
ResponderEliminarUn abrazo.
No es amor, Emilio, es atracción, es quedar impresionado.
EliminarUn abrazo.
Obras maestras vivientes, esos seres de belleza irresistible.
ResponderEliminarUn abrazo.
Eso no quiere decir que otra persona que lo contemple vaya a sentir lo mismo, Sara.
EliminarUn abrazo.
Hay personas que impresionan tanto que no se logran olvidar nunca aunque no se sepa ni su nombre . Saludos
ResponderEliminarPrecisamente eso es lo que he querido expresar, Charo.
EliminarUn abrazo.
Y a pesar de haber pasado tantos años, ese momento no ha caído en el olvido.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cuando uno es mayor cuesta memorizar lo reciente, pero aquello que quedó grabado es difícil olvidar, Antonia.
EliminarUn abrazo.
La belleza andante deja su rastro por donde va...tu lo has dicho, Francisco.
ResponderEliminarLo explicaste de maravilla. Esos momentos quedan grabados.
Mi abrazo entrañable amigo poeta.
Qué suerte la mía, María Jesús, cómo me entiendes.
EliminarUn abrazo.
¡Ay... esos primeros enamoramientos...!
ResponderEliminarNo llegó a enamoramiento, un simple flechazo, una persona cuya presencia se hacía notar.
EliminarUn abrazo.