Tenía cara de deseo,
pero jamás exteriorizaba sus pensamientos;
a pesar de ello, no se veía mortificada
sino contenida. Aguardando
una espera que no llegaba a satisfacer.
Rozaba la angustia como se rozan
los desajustes, con sonido metálico,
pero al tiempo, de su mirada derramaba
un surtidor de sueños contenidos
que antes o después verán la luz.
Como hay ángulos que imploran el complementario,
en ese deseo inconfesado
estaba aprisionada una aventura
que ni siquiera había entallado en sus manos
y que se prometía cargada de esperanza.
Si el deseo no llega a exteriorizarse, puede llegar a pudrirse.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tienes razón, Emilio, los sentimientos son para exteriorizarlos.
EliminarUn abrazo.