17 enero 2013

CAMBIAR DE VIDA


Para un blanco, tener la negra significa algo así como tener el santo de espaldas o lo que es lo mismo estar acosado por la mala suerte; pero qué lejos están nuestros pensamientos de esas criaturas subsaharianas en este y en otros muchos temas. Me gustaría saber qué piensan ellos de nosotros, de ese primer mundo, ahora venido a menos, que sin duda les habían pintado como el paraíso mismo. A ellos los vemos en los semáforos regalando sonrisas y ofreciendo pañuelos de celulosa, otras veces vendiendo copias de música y películas por entre los veladores de las terrazas o en la playa, donde el negocio se expande a otros productos como bolsos, relojes, gafas de sol, pañuelos y abalorios de marcas falsificadas. Pero y ellas, ¿en qué se ocupan ellas?

Hacía la esquina. Lucía una cabellera muy ensortijada, una blusa escotada y una falda bastante corta. Cuando me aproximaba, ella vio en mí a un cliente y yo en ella una mirada de desgarro como si se le hubiera partido el alma en pedazos, lo que se traslucía en el brillo opaco de sus ojos. Abrió los brazos y me ofreció la mercancía. “¡Hola guapo! ¿Lo hacemos?” Hasta su nombre suena a falsedad: “Me llamo Mirella”. Me costó convencerla de que mi único interés era saber de ella, interesarme por su estado de ánimo y la contradicción entre lo asqueado de su expresión y la mercancía que ofertaba. “¿Es usted policía o misioner?” Ni una cosa ni otra, Mirella, pero me da en la nariz que no estás aquí por tu voluntad. Se le saltaron las lágrimas y me llevó hacia el portal, me pidió que le pagara antes de entrar en aquel cuartucho infecto donde había un rastro de olores a cuerpos que se había desfogado de sus instintos primitivos sin el mínimo asomo de ternura. “Tienes media hora, ¿quieres que te desnude?” En aquel cuartucho olía a humedad rancia. Aunque te cueste entenderlo  —le dije— sólo me mueve la curiosidad por saber de ti. ¿Estás aquí por tu voluntad? “Ahora sí, me dijo, pero…” Mirella o como realmente se llame entornó los ojos en silencio y al cabo dijo:


Vinieron tres años consecutivos de sequía y sólo resistieron los más fuertes. A pesar de la distancia, hasta allá llegan ecos de que España es un paraíso y que merece la pena los esfuerzos para llegar hasta aquí. Mi mamá no se opuso a mi marcha, pero no se sintió con fuerzas para emprender el viaje conmigo; a sus cuarenta años ya estaba bastante maltrecha. En media hora no puedo entrar en muchos detalles, pero las ilusiones de la salida se desvanecieron una y otra vez a lo largo del camino, para de nuevo ilusionarnos con la esperanza de conseguir la meta. Llevaba encima todos los pocos ahorros familiares, pero cuando ya bordeábamos el sur del desierto, comprobamos que aquello era una tarea imposible. Algunos lo intentaron, otro pagaron grandes sumas a los dueños de aquellos jeeps  y mi pasaje se lo cobraron violentando la intimidad de mi cuerpo. Sentí unas horribles nauseas, pero no pude hacer otra cosa que formar parte de aquel cargamento hacinado que nos llevaría hasta la orilla del mar, donde la esperanza ya era visible los días de bonanza.

Como si de un aprisco se tratara, nos recluyeron en un campamento en el que teníamos por suelo la tierra y por cielo las estrellas. En aquel otero, los días claros, veíamos la costa del otro lado y nos aseguraban que aquel era el paraíso. Las pocas personas que había llegado hasta allí con dinero suficiente fueron los primeros en subir a las pateras. Eran como cáscaras de nuez en medio del mar, pero sabíamos que era el medio de alcanzar lo prometido. A esas alturas del viaje, más de un año después de haber salido de mi poblado, no tenía nada mío, sino las pocas prendas de vestir que unos voluntarios me entregaron cuando se acercaron a nuestro emplazamiento. Algunas personas llevaban allí año y medio esperando la oportunidad de subir una de aquellas noches a la patera. Entonces comprendí que nunca me llegaría el turno y me sentí absolutamente abatida. Fue en esas circunstancias cuando me llevaron aparte tres de los cabecillas que controlaban el flujo de pateras y me ofrecieron viajar gratis a cambio de un contrato verbal, como camarera de un restaurante en Barcelona, con cuyos ingresos me comprometía a devolverles el importe del pasaje y la comisión por llegar ya con un trabajo garantizado. Yo exultaba de alegría y ellos lo celebraron mancillando uno tras otro mi cuerpo, mientras lloraba lágrimas de victoria y me refugiaba en la memoria de mi madre. Aquellas lágrimas no fueron de rabia como cuando llegaba a orillas del Sahara, porque a la noche siguiente, por fin, cubriría el último tramo de mi largo viaje.

Ellos se habían quedado con mi pasaporte para tramitar los papeles y no sé que otros asuntos, pero lo cierto es que me enclaustraron en un cuarto con aspecto de penitenciaría. Ya no estaba sola, sino con otra decena de desgraciadas que me instruyeron en el oficio del amor. Me vi convertida en una mercancía de la que no tenía control. Nos hacían desfilar delante de uno o varios hombres sebosos, algunos desdentados otros bebidos, y nos hacían seguir a aquel que nos elegía. Perdí más que la ilusión las ganas de vivir. Odiaba mi cuerpo, convertido ahora en objeto de uso de gentes que me trataban con la punta del pie y solicitaban de mí cosas espantosas. Cuando yacía en la cama, entornaba los ojos y dialogaba en silencio con mi madre mientras era poseída. Miguel venía un día y otro y siempre me elegía a mí. Llegué a comprender que conseguía hacérselo pasar bien. Una noche, mientras se vestía, le rogué que me sacara de allí, que me llevara lejos. Comprendí en su mirada que quería complacerme, pero tenía miedo a la mafia. Por fin, a la semana siguiente, logré salir por la ventana del baño y él me esperaba con el motor del coche arrancado. Viajamos toda la noche y llegamos muy lejos. No he sabido más de Miguel. Ahora ejerzo la calle en esta ciudad, en tanto consigo lo suficiente para cambiar de vida, pero encuentro tantas trabas…

22 comentarios:

  1. Eso si que son cambios...es una historia muy repetida pero no menos dolorosa, muchas de esas pobres jovenes tenemos en nuestro país pasando la pena negra, que triste que para salir de aquel país tenga que llevar esa vida tan desgraciada, muy mal tienen que estar para venderse así. Te das cuanta que su madre a los 40 años ya no tenía animos para nada?
    Porca miseria amigo
    Bsss

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Esto, Rita, está escrito desde el dolor de la realidad, no es pura ficción sino una historia compuesta de los retazos de varias historias reales. Por incomprensible que parezca, el hombre se aprovecha de la fragilidad de los más débiles para sacarles provecho a costa de cualquier cosa. Y como apuntas, su madre a los 40 ya era casi una anciana.
      Besos

      Eliminar
  2. Que lastima que sea tan real como la vida misma querido Francisco.
    Esto es algo que pasa a diario y que no hace mas que incrementar la debilidad de los mas necesitados y llevarlos a ese estado de querer morir.
    Un amargo articulo.
    Un abrazo amigo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ni nos imaginamos las graves dificultades que tienen estas personas para poder zafarse de las garras de las mafias, y todo por el maldito dinero.
      Un abrazo

      Eliminar
  3. Como voluntario de Cruz Roja fueron varias las conversaciones que como la que planteas he tenido con chicas africanas, no eran relatos era la vida pasando delante de uno, historias desgarradoras con nombres y apellidos, en la que también contaban como compañeras que venían con ellas no aguantaron ese viaje y se quedaron por el camino. De estas chicas, que "trabajan", en el oficio más viejo del mundo, muchas de sus familias en los países de origen piensan que al alcanzado el "dorado", ya que mandan dinero que buena falta les hacen.

    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Esto tampoco es un relato, Emilio, es la vida misma, sólo que cambiando el método de información, el nombre de la protagonista y algunos detalles, pero en esencia es la vida,la mala vida de muchas criaturas que a veces son engañadas en origen y otras muchas veces en las dificultades del camino, cuando aparecen como ángeles salvadores. Muchas renuncian a volver porque no quieren desvelar a los suyos su infamia.

      Eliminar
  4. Nos quejamos de la crisis, de lo mal que nos va, pero siempre hay alguien que está mucho peor que nosotros. Lo malo de todo esto es que la gente sólo mira hacia su ombligo, sin darse cuenta de lo mal que lo están pasando otros. Y como son pobres e inmigrantes, somos incapaces de hacer un ejercicio de simple empatía en ponernos en su piel.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Afortunadamente hay personas e instituciones que entregan sus vidas en rescate por estas criaturas, pero las dificultades son inmensas. Conozco algunas que han logrado "papeles" (residencia) y trabajan con toda dignidad.
      Un abrazo

      Eliminar
    2. Así de cruda es la VIDA! abrazos

      Eliminar
  5. Historia real que bien serviría como guión de película. Y es que la realidad siempre supera a la ficción.
    Triste vida para quien buscaba una mejor.

    Un abrazo Francisco.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tanto el cine como la literatura son sobrepasados con frecuencia por la cruda realidad. Cerca de aquí hay un grupo de religiosas que están haciendo una labor de orientación, talleres y ayudas que es digno de alabar y conocer.
      Un fuerte abrazo

      Eliminar
  6. Triste testimonio de una tristísima realidad; es el colmo de la deshonestidad: comerciar con el cuerpo humano y con la conciencia humana, todo en manos de mafias explotadoras. Me enciendo mucho con estos temas. Abrazos, Frlancisco.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eso es precisamente lo que me ha llevado a escribir este texto, dar a conocer la repugnancia de lo que está pasando cerca de nosotros, posiblemente el mayor crimen que se puede hacer con una persona. También hay víctimas masculinas, pero en muy menor grado.
      Un abrazo

      Eliminar
  7. Muchas veces la suerte no nos acompaña o bien no hemos escogido el camino correcto... pero es cierto que el lugar de nuestro nacimiento también puede condicionar el guión de nuestra vida. Besos cariñosos, primo!!!

    ResponderEliminar
  8. ei! Francisco Tu relato tan real como la misma vida. Cruda realidad. Abrazos Josep

    ResponderEliminar
  9. Qué trágico además de sabido por todos,pero esos a quienes de verdad debiera importarles y deberían hacer algo por ayudar a tantas como Mirella, giran la espalda a tanto dolor y sufrimiento.
    Aquí en Valencia a hora quieren multar a los clientes de prostitutas porque dicen que ellas lo hacen contra su voluntad...
    ¿Y por qué, me pregunto yo, no atacan desde la raíz?
    Algún subterfugio habrá seguro.
    Besos.

    ResponderEliminar
  10. Trágica y triste realidad querido y admirado amigo. Y lo peor de todo es que no se está haciendo nada para paliar el sufrimiento de estas personas que ejercen esta profesión obligadas o por no tener otra salida. Pero lo que más me saca de mis casillas es que como siempre los más infelices son la cabeza de turco y los que en verdad son las cabezas organizadoras y pensantes se van de rosillas.
    Miles de besinos de esta amiga que te admira y te quiere un montón y te da infinitas gracias por poner tus supremas letras a la trágica y triste realidad que viven estas personas en sus carnes día a día.

    ResponderEliminar
  11. ES UNA TRISTE REALIDAD QUE SE VIVE EN TODOS LADOS.
    IGUAL A MI ME PARECE QUE PUEDE HABER ALGÚN OTRO TRABAJO MÁS DIGNO PARA ELEGIR...
    UN BESITO FRANCISCO.

    ResponderEliminar
  12. Muchas mujeres de la calle tienen historias similares a sus espaldas. Lo has contado de forma muy entrañable.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  13. Es lamentable que en el siglo XXI ocurran estas situaciones.Lo que todavía es más lamentable es que el propio progreso en vez de proporcionar mayor bienestar social otorgue decadencia.

    Un Abrazo Francisco.

    ResponderEliminar
  14. Uffffffffffffff, una historia dura. Qué pena que por querer tener una vida mejor haya desalmados que las hagan pasar por todo este calvario.
    Cuando una mujer decide tener esa profesión, me parece bien, pero que lo haga obligada y otros se lucren de su trabajo me parece de lo más criminal. Mano dura con quienes las esclavizan en la prostitución.
    Muy bien relatado.
    Saludos y besos

    ResponderEliminar
  15. Un historia cruda y real, como muchas otras, la que nos relatas hoy, Francisco. Algunos dicen que la prostitución es algo necesario para ciertas personas. No so sé, no puedo juzgarlo, pero se me hace cuesta arriba pensar que sea tan necesario como para mantener la situación desgarradora de estas mujeres. Lo que sí pienso es aquellos que poseen poder y dinero utilizan señoritas de otro status social que posiblemente ejerzan esa profesión voluntariamente. Un saludo desde mi mejana

    ResponderEliminar