28 enero 2011

EL LLAMADOR Y LAS ESTRAPERLISTAS

Creo que no somos suficientemente conscientes de los cambios que acarrea la vida. El loco vivir de cada día no suele dejarnos un momento de sosiego para ver todo lo que nace y muere a nuestro alrededor, hasta el punto que solemos pensar que las cosas son como siempre han sido, pero no hay más que elevarse un poco sobre la perspectiva de los días y ver cómo prácticamente todo ha cambiado. ¿Donde están si no los tendederos de la ribera? ¿Dónde las lavanderas bajo el puente? ¿Dónde el hojalatero o el esquilador?

Mi abuela sintió necesidad de ir a visitar a su tío Valentín. Éste vivía en el campo de Gibraltar, a unos 70 km de nuestro pueblo y era mi primer viaje de placer. Más tarde dudé de quién tuvo más interés en aquel viaje, si mi abuela o yo; hoy creo que ella disfruto con mi gozo mucho más que yo mismo. Había que salir muy temprano desde Marbella y hacia allí nos fuimos al atardecer, a fin de estar puntualmente a la salida de los coches del estraperlo. Es la única ocasión en la que viajé en unos de aquellos coches de gasógeno tan propios de aquel vivir de espaldas al mundo. El punto de salida era la Posada de Dientedoro, donde nos alojamos; extrañaba la cama y me apretujé contra mi abuela, quien probablemente dormiría bien poco.


El coche llevaba en la parte posterior un calderín del que salía una fumata con olor a leña quemada que anunciaba en la distancia su paso. Aún de noche, me animó a levantarme y pronto estábamos dispuestos para la partida; antes de que nos llamaran ya estaba el gasógeno a todo fumar en la puerta de la posada acumulando energía para iniciar la marcha. Los compañeros de viajes eran casi todas mujeres de edad avanzada que, con amplios y oscuros ropajes iban hasta La Línea de la Concepción a cargar cuarterones de tabaco y  café prioritariamente. A tan corta edad yo ya sabía de aquellos buscavidas que trapicheaban a espaldas de la guardia civil, pero nunca me había sabido entre ellos. Nuestro destino era San Roque, y precisamente nos bajamos en el punto de control fijo que tenían establecidos los carabineros, el coche siguió su ruta para que sus viajeros se pudieran proveer y más tarde ir regando con parte de la compra, para así abrirse paso por cada uno de los controles. Un tiempo de hambre al que siempre corresponde un tiempo de astucia y de arrojo.


Se me han borrados los recuerdos de aquellos días de estancia en casa del tío Valentín. Sé que vivía en el campo, que tenía una finca que se me antojaba enorme, aunque no me permitían que me alejara en mis juegos de los aledaños de la casa; pero hay dos cosas, dos profesiones perdidas, que nunca llegué a olvidar: los estraperlistas y sus relatos amargos en el viaje de regreso y la descripción de los registros y decomisos de los bienes, y a Juanillo, el Llamador, que tenía por oficio dormir de día y pasar la noche en vela, de posada en posada y de casa en casa, despertando a los viajeros a la hora convenida. Dos profesiones para el recuerdo, si bien la de estraperlista puede que renazca de nuevo si nos sigue atosigando la crisis.

10 comentarios:

  1. No hay mejor manera de plasmar los recuerdos que escribiendolos y así de paso nos das la oportunidad de vivirlos un poco a nosotros.

    Un saludo.

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  2. Qué razón tiene con su reflexión final, monsieur.
    Pero me ha gustado muchísimo este relato. El lujo en los detalles es exquisito, como lo es el sentimiento que transmite con ellos. Podría ser el principio de una novela, tejida en base a esos recuerdos de su infancia. Lo ha pensado?
    Por un momento imaginé la historia hecha libro.

    Feliz fin de semana

    Bisous

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  3. Siempre son entrañables los recuerdos, además la nostalgia nos los trae a la memoria con un halo de romanticismo que incluso borra lo negativo.

    Un abrazo.

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  4. Tiempos terribles donde la gente se buscaba la vida como podía. Y todo filtrado por la memoria del que entonces era un niño, magnificando todo como era natural.
    Un saludo.

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  5. La necesidad aguzaba el ingenio de manera extraordinaria. Incluso he visto fotos de motocicletas con ese invento del gasógeno.
    El contrabando permitió salir adelante a más de una familia.
    Los terribles años 40 hicieron estragos de todo tipo.
    Saludos.

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  6. Hoy también algunos agudizan el ingenio buscándose el sustento, como ayer y como toda la vida. Quedaron atrás -que yo sepa- los vendedores de libros a domicilio; ya casi nadie abre las puertas de su cas porque tenemos el alma agarrotada de miedos, pero a la puerta e incluso dentro mismo de los grandes almacenes se nos acerca un señor elegantemente vestido y nos ofrece la tarifa más ventajosa por cambiarnos de empresa de telefonía, el más rápido ADSL, conexión inalámbrica o cualquier otra tecnología.
    Agradezco mucho los comentarios y hasta me pavoneo con la propuesta de La Dame Masquée. Gracias Madame, gracias a todos.

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  7. Dicen que el conocimiento de toda la humanidad se dobla cada cuatro años. A ese ritmo, me temo que en breve las cosas cambiarán más deprisa de lo que podemos adaptarnos.

    Que no se los olvide la historia o acabaremos por perdernos.

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  8. No me he podido pasar antes. No conozco nada de lo que cuentas, solo a oídas. Mis suegros me han hablado mucho del estraperlo (tabaco,café y pan sobre todo) de la escasez de alimentos Y el cambalacheo. Ojalá tus palabras finales no sean proféticas
    Un beso y buen finde

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  9. Qué bonita historia. Un coche que no conocí y profesiones originales. Gracias por ello, me alegra reencontrate. Saludos.

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  10. ¿Volveremos a todo eso?
    Me ha encantado la dulzura con la que nos cuentas tus recuerdos.
    Un abrazo grande y feliz fin de semana.

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