15 junio 2010

LA RELATIVIDAD DEL TIEMPO

Según la teoría de la relatividad, el tiempo y el espacio están en función del estado de movimiento del observador. Todo acontecimiento puede ser descrito por estas dos coordenadas, pero partiendo de la idea relativista de Einstein, necesitamos el punto fijo del observador para que las coordenadas sean correctas y fijen temporal y espacialmente aquello que pretendemos, y como quiera que la física no permite que dos cuerpos ocupen el mismo lugar, eso nos puede llevar a decir que no podemos ser coincidente en el cálculo del tiempo. Tal vez sea ese el motivo por el que la apreciación del tiempo es tan personal en cada uno de nosotros: lo que para uno transcurre en un abrir y cerrar de ojos, a otros se nos hace una eternidad.

No hay duda de que el tiempo no corre lo mismo para el que tiene un trabajo apacible y bien remunerado, un trabajo vocacional que le proporciona satisfacción al realizarlo y que le ocupa un número razonable de horas que le permiten luego descansar, convivir con sus seres queridos y atender a sus necesidades culturales, de ocio o filantrópicas. A diferencia de aquel, otro que ha de hacer horas extras para llevar el sustento a su casa y pagar con ciertas dificultades los compromisos de pagos contraídos, además de estar haciendo tareas que no le son agradables o que incluso le repelen; el primero tiene tiempo para sí y para los suyos, mientras el segundo mira el reloj una y otra vez decepcionado con la lentitud con la que transcurren las horas y llega estresado a casa y agotado físicamente. Esto explica lo rápida que pasa una tarde para dos enamorados cogidos de la mano en el parque, y el momento interminable de dos relevistas pasándose el testigo en una carrera de cuatro por cien.

Algo similar nos sucede en el ámbito del hogar o entre los amigos. Las horas parecen esfumarse cuando estamos felices disfrutando de la compañía de quien tanto nos agrada, horas que se hacen eternas cuando tenemos que soportar con estoica paciencia al pelma que no podemos evitar. Todo esto viene a añadir un nuevo estado de movimiento del observador que subraya cómo todo es relativo: nuestra apreciación placentera acelera el reloj, y nuestro estado de contrariedad lo frena y dilata como si las manecillas se deslizaran por arenas movedizas.

Todo es relativo, así que tampoco espero que, tú lector, encuentres puntos de coincidencias con lo que digo.

1 comentario:

  1. Si,todo es relativo.Cuando estamos a gusto el tiempo vuela y sin embargo hay que ver lo lento que se mueven las manecillas del reloj cuando algo nos apesadumbra.
    La solución?, estar siempre contentos con nosotros mismos. Claro que eso es muy dificil, pero no imposible, ¿o si?.

    Un fuerte abrazo

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